¿Renta básica sin Estado?
Por Pablo González, Centro de Sistemas Públicos y EduInclusiva, Ingeniería Industrial U. de Chile
La propuesta de crear un Ingreso Mínimo Garantizado (IMG) por parte de organizaciones empresariales y fundaciones de derecha es interesante, pero nada novedosa. Milton Friedman fue uno de sus promotores más activos. También lo ató a reducir programas sociales ineficientes. Subyace aquí la idea que las preferencias individuales son lo único importante y que el Estado solo debiese conservar el orden y redistribuir. Dado que hasta hace poco predominaba la “teoría del chorreo” en estos sectores, esto último es un avance.
Cuando Yunus estuvo en Chile nos dijo que era una vergüenza que hubiese pobreza por ingresos si todos teníamos un RUT. Tiene razón. De hecho, la política actual no dista mucho del IMG excepto que intenta dotar de mayores capacidades a las personas para generar ingresos estables y los complementa solo temporalmente y en forma parcial. ¿Debe abandonarse esa expectativa? ¿O debe actuarse no solo en el lado de las capacidades personales sino que también en las oportunidades y su accesibilidad? ¿O nos olvidamos de incluir y solo garantizamos la sobrevivencia? Los cambios en los mercados laborales, acelerados por la pandemia, lleva a que esta pregunta sea global y necesaria. Pero la pregunta central es por qué se produce exclusión y si se resuelve con transferencias. Para los grupos irremediablemente excluidos el IMG puede ser la mejor alternativa. ¿Sonaría tan atractiva, en estos términos de resignación a la exclusión, la política?
La propuesta viene atada a la supresión de programas. Un programa puede ser ineficiente, pero puede estar abordando problemas centrales. Si los programas de infancia son una vergüenza, ¿significa eso que debemos reemplazarlos por transferencias monetarias? Primero discutamos si los programas atienden problemas reales, luego veamos cómo podemos resolver mejor esos problemas. ¿Tendremos familias que fomentan el apego seguro, con redes de apoyo en los momentos difíciles, mediante transferencias monetarias? ¿Saldremos a comprar el amor y el respeto?
La ineficiencia no es una razón para terminar con algo, sino para mejorarlo. Chile es ineficiente, no solo el Estado, también la empresa privada. La productividad no ha crecido en más de una década. ¿Cerramos el país o lo mejoramos? Porque el telón de fondo es el modelo de desarrollo y de sociedad. Hoy todos entendimos que la desigualdad es importante y el espectro socialdemócrata se ha ampliado bastante. Pero la socialdemocracia está construida sobre la inclusión, no solo sobre la redistribución, y no es la única alternativa para generar inclusión e igualdad. Por ejemplo, Alemania y Corea del Sur tienen un Gini similar después de impuestos. Pero Alemania tiene un Gini semejante a Chile antes de impuestos, mientras Corea no necesita esos costos de transacción para generar igualdad. Las diferencias de ambas con Chile no se limitan a cómo generan compensaciones, sino también a cómo producen riqueza y cómo nivelan la cancha e incluyen, entre otros, mediante una salud y una educación públicas de calidad, que no dependen del mercado y las preferencias individuales.
El IMG, una buena alternativa que siempre ha estado sobre la mesa, debe analizarse en el contexto más amplio de qué tipo de sociedad queremos construir y no vincularse a un tipo particular de financiamiento. La buena política, la que es urgente hoy, debe construir consensos. Lo que menos necesitamos es clausurar el debate o poner vino nuevo en odres viejos. No hay ningún país que haya alcanzado el desarrollo recientemente que no haya hecho este ejercicio: la construcción de un futuro posible, consensos mínimos, un “nosotros” en el cual nos reconozcamos y podamos con-vivir.
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