Repatriación del moái Hoa Hakananai'a

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La solicitud hecha al Museo Británico por la comunidad Rapanui, apoyada por el Estado de Chile, para la repatriación del moái Hoa Hakananai'a, es uno más de los esfuerzos de este pueblo por conseguir reparar los efectos del colonialismo, primero europeo y luego chileno. Sumado a la aprobación de la Ley de Regulación y Residencia en Rapa Nui y al cambio oficial de nombre -de Isla de Pascua a Rapa Nui-, la voluntad por recuperar el moái da cuenta de un pueblo organizado, consciente de sus derechos y de su historia.

Desde esta perspectiva, esta solicitud de repatriación encuentra eco en una serie de reclamaciones indígenas, tanto en Chile como en otros rincones del mundo, por ser considerados actores e interlocutores en el escenario de la globalización. Su protagonismo, minimizado por años de dependencia y control colonial, se encuentra hoy activo y nos obliga a repensar el dominio de las ideas y principios occidentales en el orden global.

¿Qué podría justificar que objetos patrimoniales relevantes para poblaciones vivas se encuentren exhibidos en museos alrededor del mundo, reducido su valor al de piezas de interés turístico y folclórico? Si bien es cierto que hoy muchos museos, entre ellos sin duda el Museo Británico, cumplen un importante rol en la enseñanza, valoración, resguardo y respeto de la diversidad cultural humana, la relevancia que para sus comunidades de origen tienen los bienes patrimoniales como el moái Hoa Hakananai'a va más allá de un rol educativo.

Independiente de las valoraciones que los rapanui tengan de este moái en particular, cuyo significado y detalles corresponde desentrañar a las o los especialistas de la comunidad, lo cierto es que su valor radica en la comunidad que los creó y en sus descendientes. Bajo esta lógica, el moái en cuestión debe entenderse como mucho más que un objeto de museo, más que una creación del ingenio humano, y más que un ejemplo de la complejidad social rapanui previo al contacto con europeos y americanos en el siglo XVIII. Este moái debe ser considerado como parte viva de la sociedad rapanui, una comunidad para la cual los moáis no son objetos, sino sujetos, personas hechas en piedra. Así, el moái extirpado de su isla no es reemplazable por otros, no es 'uno más entre tantos'; es parte de una comunidad que lo reclama de regreso. 

El año pasado, luego de décadas de negociaciones entre el pueblo maorí y el Estado, Nueva Zelanda reconoció legalmente al río Whanganui como una persona. Una medida irracional, dirán algunos. Quizás. Pero la racionalidad occidental es solo una de las tantas que los seres humanos nos hemos dado. En Polinesia, hay seres no humanos que son personas, y eso es perfectamente posible en el mundo en el que habitan. Su racionalidad es otra, y si efectivamente queremos valorar y respetar a la diversidad humana, debemos respetar otras formas de ser en y con el mundo.

Esta visión de los moáis como algo más que un objeto, es parte de los desafíos a los que nos enfrentamos en tanto sociedades multiculturales, donde diversos discursos sobre el mundo se traslapan, entrecruzan y negocian. ¿Por qué debiera primar el discurso utilitarista occidental, en el cual los "objetos patrimoniales" se valoran por su capacidad de sorprender o educar? ¿Por qué pensar que una escultura en piedra no puede ser un sujeto?

El intento de repatriación del moái Hoa Hakananai'a nos invita a reflexionar en torno a cuestiones que han estado convenientemente ocultas como son el colonialismo chileno, el impacto del Imperialismo europeo en territorios hoy nacionales, y la primacía de un discurso occidental y utilitarista.

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