Repensar el sistema de Alta Dirección Pública



SEÑOR DIRECTOR:

El caso de Isabel Amor nos debe hacer repensar parte del actual sistema de Alta Dirección Pública, el cual tuvo por objeto principal dotar a las instituciones públicas -a través de concursos públicos y transparentes- de directivos con experiencia y conocimientos profesionales acreditables.

Sin embargo, el sistema pierde su razón de ser cuando para un cargo en la administración del Estado el postulante debe someterse a un proceso dirigido por una entidad particular pagada por el servicio encomendado, someterse a entrevistas, evaluaciones y revisiones curriculares que demoran varios meses, y que pese a ser designado, su permanencia y estabilidad en el cargo esté condicionado a un concepto normativo subjetivo como la pérdida de confianza. Esto no es solo potencialmente arbitrario (no se explica ni justifica el emplearse por la autoridad), sino además, susceptible de ser utilizado para dejar vacante el cargo y designar a personas de forma transitoria, vulnerando el espíritu de la norma.

Christopher Gotschlich V.

Abogado y académico UCEN

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