Restauración y revolución

SANTIAGO CENTRO099 (8333055)


Por Óscar Guillermo Garretón, economista

Curioso. Tienen razón los que quieren revolución y los que quieren restauración. También los que exigen respeto por lo hecho para ir más allá y no seguir yendo marcha atrás hacia pasados peores. 

El país reclama revolución. Cambios porque Chile cambió, prosperó, pero desigualmente y porque su manera de hacer muchas cosas ya no sirve. La de asegurar derechos sociales básicos; de apoyar la actividad emprendedora que depende de seres humanos concretos, protagonistas ineludibles de crecimiento y generación de empleos dignos; la de hacerse cargo de la más visible desigualdad del país, que es aquella de ghettos pobres invivibles y ghettos ricos; la de un Estado que reemplace a este inepto, obeso de pitutos y burocracias, incompatible con el presente del mundo y con los intereses de mayorías expropiadas de bienestar por los mismos que viven de él a tiempo completo. Una clase política que no sueñe en trasnochados estatismos, fracasados en todo el mundo, y se entusiasme modernizando lo caduco y respetando lo bien hecho, constructora de complicidad libertaria entre Estado y sociedad, para prosperar y unir.

Pero también restauración de todo aquello en que hemos venido deteriorándonos desde hace años y nutre la impaciencia ciudadana. Del orden público, de la vida en paz rota por distintas formas de violencia a lo largo del territorio, en la cual la política ha sido ineficiente cuando no cómplice; de inmigraciones descontroladas por desidia estatal, que asola ciudades del norte y hace reflorecer campamentos de indigencia que alguna vez creímos terminados; de respeto y cariño por la democracia y sus instituciones que terminan siempre siendo llorada cuando se pierde; de que volvamos a creer que el territorio, el Metro y Lollapalooza es de todos y no propiedad de narcos, vándalos y autoridades carentes de visión, privatizadores de lo común en contra del resto.

Es curioso. Tiene algo de país enfermo y líderes ineptos, que esta permanente interacción entre revolución y restauración, cambio y conservación, haya terminado transformada en polos incompatibles. Es la suma interconectada de ambas lo que hace mayoría. Necesitamos, más que en otros tiempos, autoridades con la magia de unir lo que suma la demanda de casi la totalidad de los chilenos. Esa totalidad que ha dominado la segunda vuelta y forzado, más que “moderación”, la amalgama de lo que debe cambiar y lo perdido que se debe restaurar. Necesitamos capacidad de prestar oreja a Chile, no al ego político; y, por ende, de construir acuerdos, de entender que la gradualidad y moderación que los construye y descompone a los impacientes, son las únicas que garantizan cambios perdurables. Una mayoría de votantes y abstencionistas, perdieron en primera vuelta, pero están forzando imponer su voluntad en la segunda. Por el bien de Chile, ojalá lo entiendan, quien gane y quien pierda.