Rompiendo empresas
"Estamos viviendo un momento de inflexión para muchas de las grandes empresas industriales que por décadas empujaron el crecimiento, la tecnología y el progreso".
Hace una semana, el CEO de General Electric anunció que rompería su compañía en tres empresas independientes. El centenario gigante industrial, creado bajo el alero de Edison y su ampolleta, formado bajo la astucia financiera de J. Pierpont Morgan, fue la empresa más valiosa del mundo por décadas y terminará de ser deshuesada a veinte años del pináculo de su gloria.
Fue en 2001 cuando Jack Welch, el “gerente del siglo”, dejaba “la empresa más respetada del mundo”, según el Financial Times. En sus 20 años de liderazgo había incrementado en 40 veces su valor. GE producía desde turbinas de avión a electrodomésticos, operaba desde canales de televisión hasta una gran cartera de seguros y créditos.
General Electric fue el epitome del conglomerado industrial. Trabajaba bajo la máxima que podía administrar cualquier negocio probablemente mejor que el resto. De sus filas salían gerentes estrellas a liderar otras compañías. GE era un sello de excelencia. Sus centros de investigación mejoraron las millones de vidas en el correr del siglo veinte y forjaron gran parte de la vida moderna.
Pero desde el 2001, Jeff Immelt, el CEO que bregó bajo la sombra de Welch, desmanteló parte de las operaciones al ver las grietas del conglomerado, exacerbadas especialmente en la crisis financiera de 2008 (bien lo describe en su libro reciente libro Hot Seat). En 2018, el Dow Jones vio partir a GE, la última acción restante desde su creación en 1896. Ahora, tras el anuncio de Larry Culp, primer CEO externo de su historia, General Electric sólo producirá motores para aviones con ventas de casi un décimo de su máximo histórico y un valor nimio frente a Google, Amazon o Tesla. “Soluciones diferentes para negocios diferentes en tiempos diferentes”, explicó Culp.
Estamos viviendo un momento de inflexión para muchas de las grandes empresas industriales que por décadas empujaron el crecimiento, la tecnología y el progreso. El parangón de bigger is better pareciera haberse acabado. Ahora los inversionistas premian el foco y la especialización. La escala y complejidad jugaron en contra de General Electric. Son los argumentos de Trian, fondo activista de Nelson Peltz, que venía presionando a GE para realizar esta operación.
“Las sinergias no traen crecimiento, el foco lo hace”, dijo el CEO de Siemens, principal competidor alemán que lleva años simplificando y especializando sus negocios. Una tendencia a la que ABB, el conglomerado suizo, se ha subido a la fuerza de ataques de inversionistas activistas. Toshiba, principal conglomerado japones, acaba de levantar banderas blancas frente a Elliot, uno de los más temidos inversionistas, y anunció dividirse en tres compañías.
En estas batallas empresariales, la de la industria petrolera es particularmente interesante por los efectos del ESG (medioambiente, social y gobernanza) en el mercado de capitales y la compatibilidad de diferentes intereses públicos. Un ejemplo es el caso de Shell, la compañía de energía privada más grande del mundo, la cual enfrenta una batalla lanzada por Third Point, el agresivo fondo activista de Daniel Loeb, para dividir la histórica empresa holandesa. Su argumento: no se puede ser monedita de oro. Para el activista, Shell está intentando quedar bien con todos en el contexto de la transición energética, lo que a sus ojos resulta imposible.
Los voceros medioambientales han ganado terreno en empujar a las petroleras al patíbulo, presionándolas en sus compromisos ambientales. Muchas de ellas han anunciado fuertes inversiones en proyectos de energía renovables y compromisos de carbono neutralidad. A pesar de que Shell está en la vanguardia entre sus pares, ha sido demandada en la Haya para acelerar sus esfuerzos y uno de los principales fondos de pensiones de su país, ha anunciado la desinversión en empresas de energías fósiles, incluyendo su relevante posición en Shell.
Mientras muchos presionan para reducir sus negocios de energías fósiles, otras instituciones de Europa piden a Shell que fortalezca su operación para mitigar más alzas en el costo de la energía y una creciente dependencia de Rusia y Arabia Saudita poniendo en riesgo su agenda medioambiental y geopolítica.
En la tensión por la marea medioambiental y la reciente alza de los costos de la energía debido a la escasez de producción de gas y petróleo, ha llevado a que empresas como Shell estén siendo tironeadas en múltiples direcciones, de paso deprimiendo su acción, según Third Point, pues su estrategia busca satisfacer al mismo tiempo y sin éxito a variopintos inversionistas.
La propuesta de Loeb es separar por un lado una operación petrolera que maximice los retornos y dividendos, ateniéndose en forma transparente a los compromisos medioambientales que sus inversionistas le pidan. Y por otro una empresa para la transición energética que contenga las reservas de gas natural capaces de financiar grandes planes de inversión en energías renovables, conversión de las estaciones de carga para vehículos eléctricos y cuanto proyecto verde tenga en su portafolio.
Acomódense en sus asientos para ser testigos de las batallas que definirán este nuevo periodo en la arena de las grandes empresariales. Vivimos tiempos interesantes.
Juan Ignacio Eyzaguirre
París, noviembre 2021
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