Salud mental en crisis, otra pandemia en ciernes
Por Alejandra Sepúlveda, directora ejecutiva de ComunidadMujer
Nos hemos convertido en el segundo país del mundo que más ha empeorado su salud mental (Ipsos). Esta siempre ha sido la “pariente pobre” de la atención pública y un “lujo” de la salud privada, de muy difícil acceso para quienes necesitan un tratamiento eficaz y continuo: solo un 38,5% de las personas con enfermedades mentales recibe atención (U. de Chile). Pero hoy queda al descubierto, se nombra, se masifica y se muestra como una catástrofe en ciernes.
La prolongada cuarentena, la soledad, la tensión respecto de la pérdida de ingresos, el hambre inclusive, el temor frente a la enfermedad y la pérdida de un ser querido sin poder despedirlo, han redundado en sentimientos de miedo, agobio, angustia, ansiedad, estrés, insomnio y depresión, con un alto nivel de incidencia.
Según el Minsal, son las mujeres las que más deterioro en su salud mental han sufrido en estas circunstancias, seguidas de los niños, niñas y adolescentes. Sus síntomas revelan que a lo descrito se suma el exceso de roles y tareas, es decir la “carga global de trabajo” que comprende el total de horas dedicadas al trabajo remunerado y no remunerado. Pre pandemia, en una semana laboral de cinco días, las mujeres trabajaban 52,5 horas y los hombres 43. Es decir, ellas rebasaban el límite de 48 horas considerado “excesivo” por la OIT. ¿Cómo será hoy, con días extenuantes?
La pobreza de tiempo (no tener espacio para dormir, descansar o realizar actividades de ocio y recreación necesarias) también enferma. La última encuesta Bicentenario muestra que las mujeres, especialmente las que tienen hijas e hijos pequeños y personas dependientes a cargo, son las más afectadas por estrés. Bien vale destacar la denuncia que han hecho quienes trabajan en la primera línea de la salud y la educación, áreas donde tres de cuatro son mujeres.
Obviamente esto está cruzado por los determinantes sociales de la salud: nivel de ingresos de las familias, condiciones de vida, acceso a la educación, al trabajo, a redes de apoyo y, por supuesto, al sistema de salud. Estamos en un punto crítico.
Hasta ahora la salud mental ha sido poco priorizada en las políticas públicas chilenas. Para ella se destina alrededor de un 2% del presupuesto en salud, lejos del 6% que se había establecido en el Plan Nacional de Salud Mental 2017-2025 del Minsal y del promedio gastado por los países de la OCDE. A modo de ejemplo, Australia destina el 9,6%, Suecia y Nueva Zelanda el 11%.
La franja horaria para hacer deporte en cuarentena es una señal positiva en estos días, así como la creación de la plataforma Saludable Mente, pero es claro que se debe hacer más. Si bien no podemos resolver todo de una vez, hoy es prioritario destinar recursos a la promoción, prevención y tratamiento de la salud mental, con programas dirigidos a la población más afectada y, desde el mundo empresarial, privilegiar el bienestar por sobre la productividad.
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