Salud mental, la crisis que viene

Tanto Ekhlas como otros niños yazidíes están recibiendo educación y apoyo psicológico. Aquí en una sesión de meditación.


Por Marcelo Sánchez, gerente general de Fundación San Carlos de Maipo

Casi cuatro millones de chilenos antes del inicio de la pandemia tenía una enfermedad mental, uno de cada cuatro, con una cobertura en el sistema público de salud de un siquiatra por cada 20 mil personas, es decir, 1/6 de la cobertura recomendada por la OCDE. Cada cuatro horas, una persona se suicida en nuestro país. Como estándar general, sólo un 20% accede a las coberturas que proporciona el sistema público. Nuestra infancia y adolescencia está fuertemente golpeada por esta realidad. Con uno de los peores índices en salud mental infantil para niños menores de seis años, con altos niveles de violencia al interior de los hogares y con un sistema de protección en crisis, es precisamente uno de los eslabones más frágiles del sistema de salud, que aún no ha relevado ni fortalecido estructuralmente frente a la crisis que se nos viene: la salud mental.

Con casi un 60% de patologías mentales al interior del sistema de protección del Sename, en reinserción juvenil alcanza cifras sobre un 80%, medidas muchas de ellas por altos consumos de drogas y alcohol. Sin considerar los efectos de la institucionalización que agravan la salud mental de los niños, tanto en residencias, como en centros cerrados.

Las principales teorías del suicidio enfatizan el papel clave que juegan las conexiones sociales, en consecuencia, un efecto indeseado de la principal herramienta de prevención del Covid-19, que es el distanciamiento, es que puede incrementar el riesgo de suicidio como un efecto colateral. Los pensamientos y comportamientos suicidas están asociados con el aislamiento social y la soledad. Asimismo, cambios en factores como estrés económico, psicosocial y dificultades de acceso a la salud (por ej. los adultos mayores, en quienes los problemas de salud están asociados con el suicidio), pueden gatillar cuadros de ansiedad u otros que potencien estas problemáticas.

Es necesario que el distanciamiento social se entienda sólo desde el espacio físico y no emocional.

La labor preventiva frente al Covid-19 requiere considerar el manejo de pacientes con crisis de salud mental, sean o no diagnosticados con el virus, ya que muchos de ellos, por temor al contagio, podrían interrumpir sus terapias. Existen intervenciones de prevención del suicidio, basadas en la evidencia, que fueron diseñadas para ser administradas de forma remota. Hoy debemos prepararnos para esta crisis emergente en materia de salud mental, tenemos elementos positivos que aprovechar como la cohesión social que ha generado la pandemia. Tenemos que invertir con decisión en prevención para reducir trayectorias que luego requieren gran esfuerzo en revertir, fortalecer coberturas, mejorar financiamiento y asimismo proponer nuevas formas de intervención terapéutica que se hagan cargo de esta realidad que se instalará con mucha fuerza los próximos meses.

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