Sebastián Izquierdo y la obsesión ideológica de la “autodefensa”
Si bien dicen ver amenazada la patria, lo cierto es que están viendo amenazada la idea de lo que consideran los “valores” en los que debería fundamentarse esa patria y esa ilusa “libertad” en la que nadie es libre.

Sebastián Izquierdo Almarza se ha hecho conocido en las redes sociales por liderar un movimiento que se llama Capitalismo Revolucionario. La primera vez que apareció en el mapa del debate político, fue cuando aparecía en fotos con José Antonio Kast luciendo poleras en las que se mofaba de las personas que fueron lanzadas al mar en dictadura.
Hoy, ante la efervescencia de lo que sucede en las calles, Izquierdo sigue siendo parte del comidillo twittero. Junto a un grupo de personas, ha decidido ponerse cascos, andar por palos y salir a golpear a gente que está a favor de una nueva Constitución y que ose aparecer por las marchas del Rechazo. Es decir, ha decidido aplicar la ideología de la “autodefensa”, esa que dice ser una reacción ante el ataque de otros, pero que realmente es una acción premeditada, una manera de relacionarse con el otro que está pensada desde que se sale a la calle armado.
De esa ideología fue víctima Rafael Cavada el sábado recién pasado en Providencia. Sin que mediara una provocación -más allá de estar en una marcha de personas que rechazan una nueva Constitución-, el periodista fue atacado por un grupo de personas que creían ser algo así como guerreros, y que andaban con cascos y escudos que no pretendían escudarlos a ellos ni a otros de balines o bombas lacrimógenas, sino de otras personas desarmadas o que lucieran amenazantes.
Esta idea de Chile o de una sociedad, no es más que la eterna paranoia de la amenaza permanente. Quienes salían a las calles ese día parecían no querer algo hacia el futuro, sino que perpetuar el presente no solo del país, sino que de sus vidas personales. Porque eso era lo que creían en juego: sus vidas, sus pertenencias y una supuesta libertad que la ven en el adquirir.
La pregunta que ha rondado por estos meses ha sido si es válido ejercer la violencia para pedir cambios. La que debería entrar en el debate hoy es si ésta puede desatarse con tal de defenderse de un enemigo que ha estado en las cabezas de muchos por varios años sin que siquiera se haya manifestado, y si la destrucción de locales o infraestructura pública puede combatirse agarrando a palos a cada persona que represente lo que la ideología de la “autodefensa” identifica como peligro.
Aunque haya a quienes les parezca menos importante la violencia que surge desde la reacción, lo cierto es que esta no nace desde la marginalidad ni la carencia, sino desde la idea de mantener privilegios, pequeños o grandes, aunque no sean más que una ilusión financiada por los créditos a largo plazo. Si bien dicen ver amenazada la patria, lo cierto es que están viendo amenazada la idea de lo que consideran los “valores” en los que debería fundamentarse esa patria y esa ilusa “libertad” en la que nadie es libre.
Y el problema con esto es que creen estar del lado correcto de la historia; no se están manifestando en contra de algo que consideran injusto, sino que creen ser los salvadores de algo, los guardianes de un relato que, debido a que ellos no empezaron, les parece más válido, más “decente”. Y no hay nada más peligroso que decirse representantes de la “decencia”, de la “pureza”, y fundamentar su odio sobre la base del “tú me provocaste”. Porque esa es la ley de la selva vestida y edulcorada con frases que tratan de camuflar la violencia de la idea del ”sálvese quien pueda” .
Sebastián Izquierdo y todos quienes dicen ejercer violencia desde la defensa, a diferencia de lo que se cree, no son custodios de nada más de que sus obsesiones ideológicas. Por más que se diga que son la respuesta a algo, son más bien el fracaso de una democracia que no pudo desarticular un sentimiento que no murió con la dictadura y que se fortaleció bajo la premisa de una supuesta “diversidad de puntos de vista” que debían ser respetados. Y no. Hay actitudes fascistas que no son simples puntos de vista. Son un atentado en contra de todo raciocinio medianamente democrático.
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