Seguridad ciudadana

CHILE
Foto: Getty Images.


SEÑOR DIRECTOR:

Esta semana se dieron a conocer los resultados de la última Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana. Estos resultados permiten constatar al menos tres aspectos que obligan a hacer un debate menos politizado sobre el crimen y la violencia y se orienten los esfuerzos hacia políticas públicas más pertinentes.

Lo primero que muestra la encuesta es que la victimización de hogares por delitos comunes se mantiene en cifras similares a la del año anterior (21,7% vs. 21,8%) y es levemente inferior a la reportada diez años atrás por el mismo instrumento (23,5%). Estas cifras evidencian que en Chile tenemos algunos delitos que están contenidos y que se alejan de los problemas asociados a la criminalidad transnacional más organizada. El debate y la agenda pública deben por tanto generar respuestas diferenciadas respecto a ambos fenómenos y debe informarse sobre la “crisis de seguridad” de manera más adecuada a la ciudadanía.

Lo segundo es que los datos evidencian que la criminalidad afecta de manera distinta según género: son las mujeres quienes más ven limitado el acceso a los espacios públicos y a moverse libremente por la ciudad. Por ello, es urgente que las políticas públicas se focalicen en las mujeres, especialmente en lo relacionado a intervenciones preventivas en espacios y lugares de movilidad y transporte público.

Por último, los resultados muestran que quienes habitan en barrios de niveles socioeconómicos más bajos manifiestan mayor percepción de hechos delictivos y deben vivir en entornos de mayor vulneración y precariedad. Esto obliga a que se puedan diseñar y focalizar políticas de control del tráfico de drogas y de las armas de fuego, pero que al mismo tiempo se implementen políticas urbanas que, con la participación de vecinos y vecinas, reviertan la precariedad.

En definitiva, lo que muestran estos resultados, y evidencia toda la literatura internacional, es que las políticas de seguridad basadas solo en el control policial o en el castigo no bastan.

Alejandra Luneke

Académica de la Universidad Alberto Hurtado

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