Seguridad urbana y Prevención Situacional: más allá de la tele vigilancia
La semana pasada, el gobierno lanzó un gran plan de tele vigilancia denominado 'Plan Calle Segura' para prevenir los delitos en los espacios públicos en nuestras ciudades. Bajo el supuesto de la disuasión de las conductas criminales, se espera- con gran expectativa- que la tecnología nos ayude a controlar los delitos que ocurren en las calles. Y es que, sin duda, la ciudadanía puede llegar a sentirse más segura con la presencia de estos artefactos, porque al mirar al cielo recordará que hay un Estado que la protege y cuida.
En este sentido, la medida parece adecuada con relación al control del miedo urbano. Sin embargo, la experiencia comparada y lo que destaca la criminología urbana da cuenta de los límites que tienen este tipo de iniciativas, no sólo en materia de percepción de inseguridad sino, y sobre todo, con relación a la reducción de los delitos en el espacio urbano. Dos fundamentos al menos nos entregan el acervo de conocimiento científico existente hasta ahora en esta materia.
Por un lado, la evidencia teórica y empírica asociada a la prevención situacional del delito (teorías que sostienen estas medidas) es clara en destacar que lo delitos son el resultado de un proceso situacional que los explican. Este proceso, como destaca el criminólogo sueco Wikstrom (2017), es una interacción compleja entre la motivación del sujeto, su filtro moral y los controles que operan en el proceso de elección de la conducta. En este sentido, los factores ambientales y el control de ellos (como el uso de los drones en las calles) son sólo un factor que actúa en la trama compleja que está detrás de la conducta criminal. Destaca el criminólogo que la prevención situacional no solo debe apuntar a las causas inmediatas (control del entorno) sino a las 'causas de las causas', esto es, a las explicaciones del hábito de delinquir que tiene el sujeto y que va más allá de su elección racional frente a la presencia o no de artefactos disuasivos. En este hábito operan elementos morales y psicosociales. Por tanto, apostar como política de gobierno sólo a la inversión tecnológica resulta, a la luz de los estudios, insuficiente.
Por otra parte, existen también recientes estudios que desde la criminología urbana explican el delito en una escala superior a la escala-calle y que remiten a planificar mejor los usos de suelos de nuestras comunas y ciudades. Así, por ejemplo, Ronald Clarke (2014), conocido criminólogo británico en esta materia, evidencia que barrios próximos a centros urbanos de gran población flotante y vocación comercial, son más propensos a ser victimas de delitos en sus calles y hogares que barrios más distantes. Por tanto, el control del delito no sólo pasa por la vigilancia de las calles y el control tecnológico del ambiente, sino que por una adecuada y equilibrada planificación de nuestros espacios públicos y ciudades.
De esta forma, y si bien es una tendencia mundial apostar a la tecnología como solución inmediata a la delincuencia urbana, cabe advertir a las autoridades políticas de los límites que tienen este tipo de medidas cuando se busca disminuir la oportunidad del delito en barrios y calles y el miedo que este produce en la ciudadanía.
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