Señales, símbolos y contradicciones
Por Daniel Rodríguez, director ejecutivo de Acción Educar
La coalición que hoy ocupa el gobierno es especialmente hábil en lo que respecta a los símbolos. El cuidado y reverencia por los símbolos les permiten enviar señales y comunicarse con la ciudadanía de forma subconsciente, vinculándose a sus anhelos y expectativas. Los usan a su favor en temas electorales, pero también se dejan definir por ellos. Si cada símbolo es una identidad, la unión gráfica de los símbolos en una sola bandera (o logo) es una forma práctica de mostrar una unidad a veces difícil de encontrar por la vía de la razón o la negociación. Al querer ser símbolos y no funcionarios de carne y hueso, se limpian del barro de la gestión y se blindan de la crítica viviendo en el mundo de lo eternamente posible.
El Ministerio de Educación no es la excepción. El anuncio sobre la suspensión del Simce y de la evaluación docente fueron también señales simbólicas, que pretenden fidelizar a un Colegio de Profesores siempre listo para agredir. Se dirá que no son símbolos, sino políticas; puede ser, pero aún no vemos nada concreto: ninguna evaluación del impacto que tendrá sobre el sistema eliminarlos, ni una propuesta de con qué se van a reemplazar. Por ahora, solo señales y símbolos, que sin duda tienen réditos.
Es por esta pericia extraordinaria en el manejo de lo simbólico que sorprende la visión cortoplacista de las mismas autoridades en relación al Crédito con Aval del Estado (CAE). Durante la campaña presidencial, se enfatizó sin matices promesa electoral de la condonación total de las deudas educativas. El símbolo funciona bien: el CAE ha beneficiado a más de un millón de estudiantes, permitiéndoles ingresar a la educación superior. La promesa de liberarse por arte de magia de la deuda que contrajeron para estudiar no deja a nadie indiferente, y sin importar morosidad, tamaño de la deuda o la cuota a pagar, beneficia a todos. Mientras más personas se identifiquen con dicho símbolo, mucho mejor. Y si conecta al comité político con su épico, puro, nostálgico y popular pasado estudiantil, ya es una genialidad.
¿Dónde está el problema? Un estudio de Acción Educar mostró que, desde diciembre de 2021 a marzo de 2022, posterior a la elección presidencial, la tasa de morosidad del CAE aumentó de 52% a 61%, un salto sin precedentes, incluso considerando los desórdenes de octubre 2019 y la pandemia. La gran mayoría de los nuevos morosos son titulados, quienes aumentaron su tasa de morosidad en 10 puntos porcentuales en dicho periodo. Los “desertores” morosos, es decir, quienes no pudieron terminar sus carreras, aumentaron su tasa en solo 4 puntos. En otras palabras, un grupo muy importante de beneficiarios del CAE, los que comparativamente están mejor, dejaron de pagar ante la señal de la condonación universal. Los símbolos también pueden tener consecuencias negativas: la solución al problema del CAE se aleja rápidamente con el aumento de la morosidad, pues abordarlo se vuelve cada vez más caro para el Fisco. Recuerde que si se condona el CAE, será con plata de todos, que dejaremos de invertir en las necesidades de los más vulnerables.
Un análisis razonable de lo anterior llevaría a las autoridades a matizar sus promesas, para evitar que las señales sigan generando comportamientos oportunistas que nos hacen daño a todos. Y eso es lo que hizo el Presidente Gabriel Boric, al afirmar respecto del CAE que el gobierno iría “generando incentivos para continuar su pago (...), porque si uno hiciera lo contrario todos dejarían de pagar”. Sin embargo, el ministro de Educación se movió en la dirección contraria, tratando de insuflar de vida un símbolo tan rentable: declaró que la política de condonación abarcará “a todos los deudores”. ¿Con qué nos quedamos?
El problema del CAE es real y debe ser enfrentado. Urge abordar la situación de quienes contrajeron deudas que no podrán pagar en su totalidad, en particular si no se titularon, y que crecen a diario. Pero más allá de la idea condonación universal, que debe darse por superada, es fundamental comenzar a trazar definiciones sobre la herramienta de financiamiento que reemplazará al CAE. Hoy cerca de 320 mil estudiantes logran acceder a la educación superior gracias a esta política, y es inviable seguir aumentando una gratuidad que ya les cuesta a los contribuyentes más de 1,4 billones de pesos (millones de millones) . Símbolos y señales ya hicieron lo suyo, muy a pesar de los más vulnerables. Ahora a actuar.