Ser o no ser
Por Carolina Tohá, cientista política, académica y ex alcaldesa de Santiago
Enfrentamos definiciones que marcarán un nuevo ciclo de nuestro país. Después del estallido social y la pandemia, del fracaso del actual gobierno y el convulsionado cuadro internacional, nadie podría pensar que el futuro nos depara la continuidad del esquema político conocido hasta ahora. Muchas cosas cambiarán y está bien que así sea.
La derecha está mostrando cabeza fría para priorizar la maximización de su representación en la constituyente mediante una lista unitaria, mientras simultáneamente echa a correr una disputa presidencial donde no solo concurrirán varias candidaturas, sino también tesis políticas diferenciadas.
El polo de izquierda formado entre el PC y el Frente Amplio está priorizando su propio perfilamiento por sobre la unidad más amplia. Apuestan a representar el descontento ciudadano ofreciendo el reemplazo del modelo vigente e intentando transformar el proceso constituyente en la oportunidad para lograrlo. Parte del Frente Amplio hubiera preferido otro escenario donde ellos fueran el punto de encuentro entre el PC y una franja de la ex Concertación, pero sus conflictos internos y el vacío de liderazgos presidenciales lo impidieron. La DC, por su lado, también tiene un diseño claro. Su foco principal está puesto en revertir el retroceso que tuvo en las últimas elecciones parlamentarias y ha avanzado para lograrlo.
La izquierda socialdemócrata se jugó por la unidad de la centroizquierda sin encontrar eco a su llamado. Ahora sus fuerzas necesitan marcar posiciones que le hagan sentido a los sectores sociales que se busca representar. Es allí donde es necesario concentrarse asumiendo una premisa: el momento del país es particularmente favorable para un programa socialdemócrata transformador, pero las fuerzas políticas actuales no están en condiciones de encarnar esa propuesta. Ese sector, al que pertenezco, necesita asumir con audacia la creación de un nuevo espacio político. La oportunidad que se abre gracias al acercamiento de los partidos tradicionales (PS, PPD Y PRSD) con los grupos que se han desprendido recientemente del Frente Amplio dará frutos si va más allá de sumar siglas y orgánicas, y cuaja en una propuesta política clara y ajustada a las exigencias del momento.
El primer paso es proponer un pacto constitucional que no pretenda instalar un modelo de reemplazo, sino habilitar el funcionamiento democrático del sistema político y acordar los derechos y deberes básicos que tendrán todas las personas. Ello implica sincerar que la Constitución no será la punta de lanza del programa del progresismo sino solamente el piso de una institucionalidad decente. No es poco. Por lo mismo, la izquierda socialdemócrata debe levantar en paralelo una plataforma que viabilice las reformas que no pueden esperar. Supeditarlas al proceso constitucional es el camino seguro para seguir acumulando frustración y rabia.
Los desafíos en previsión, salud, política urbana, seguridad, estrategia de desarrollo, conflicto mapuche y sistema tributario lloran por liderazgo político. No solo por voces que repliquen el malestar, sino por fuerzas que construyan salidas y logren transformaciones. La derecha no lo hará y seguirá agravando los problemas como lo ha hecho hasta ahora. La izquierda socialdemócrata sí podría ofrecer un camino. Para ello debe recoger lo mejor de su trayectoria histórica, asumir la necesaria autocrítica, pero especialmente abrir paso a una verdadera renovación, donde los actuales partidos se pongan al servicio de un proyecto mayor sin buscar hegemonizarlo desde sus dirigencias tradicionales.
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