Sí, la democracia está amenazada
Desde que se inició la ofensiva de violencia, devastación y pillaje ha estado en riesgo el régimen democrático. No hace falta demostrarlo al cabo de cuatro meses. Una coalición de fuerzas muy oscuras -en la que juegan un papel muy activo los grupos de ultraizquierda de raíz chavista-, no ha cejado en su propósito de empujar a Chile a la anarquía, la ruina y el quiebre institucional. Su acción desquiciada tuvo desde el principio aliados en el Congreso, los que arroparon la asonada con proclamas de justicia social, le echaron leña al fuego y buscaron forzar la destitución del Presidente.
La democracia tiene la obligación de defenderse. En consecuencia, quienes encabezan los poderes del Estado tienen que actuar ahora mismo para evitarle al país calamidades mayores. Serán juzgados por la reciedumbre republicana que muestren, por el coraje con que actúen para asegurar la paz interna y el respeto de la ley. Si por desgracia el país llegara a deslizarse hacia un escenario de pesadilla, hay una cosa que debe estar clara para todos: el Estado democrático no puede retroceder.
A la luz de todo lo saqueado, quemado y destruido, es bochornosa la actitud de los dirigentes de la ex Nueva Mayoría que apostaron por la revuelta en octubre/noviembre, pero se dieron cuenta de que los encapuchados los desprecian y llegaron a temer que las llamas los alcanzaran. Hoy, acusan al gobierno de no restablecer el orden público. No se imaginan los recelos que provoca su oportunismo entre quienes tienen la dura tarea de enfrentar los desmanes. ¿Aspiran en realidad a conducir el próximo gobierno?
El ataque al monumento a los héroes de Iquique, a pocos metros de la Comandancia en Jefe de la Armada, en Valparaíso, fue una provocación insensata que confirma la dimensión de la amenaza antidemocrática. ¿Qué pasa por la mente de los cabecillas de un acto como ese, tan irracional como los ataques a cuarteles policiales y recintos militares? ¿Creerán acaso que pueden “sacar del camino” a las FF.AA., Carabineros y la PDI? ¿O dividir a esas instituciones? ¿O crear condiciones para que los revolucionarios se tomen el poder? Sacan muy mal las cuentas. Y llevan todas las de perder.
Las ambivalencias solo sirven a los activistas del caos. Aquellos que, por la razón que sea, les rinden homenajes a los encapuchados, traicionan en los hechos al régimen democrático. Ni la liviandad festivalera puede ser una excusa. Si queremos vivir en paz y sin miedo, lo primero es poner fin al vandalismo. Allí se juega el futuro mejor o peor que tenga nuestro país.
Ninguna propuesta de nueva Constitución o de nuevo pacto económico-social se sostendrá si no es derrotada la sedición. Podremos tener una u otra opinión sobre los cambios que se necesitan, pero las leyes vigentes son las leyes. No estamos en tierra de nadie. Se necesita un gran acuerdo para erradicar la violencia y fortalecer el Estado de Derecho.
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