Sí, la historia es nuestra, nos toca hacerla a las mujeres

Kamala


Por Elena Serrano, abogada

Sí, como dice el título, la historia es nuestra, nos toca hacerla a las mujeres, y en especial a Kamala Harris, escogida como candidata a vicepresidenta de Estados Unidos por el candidato del partido demócrata Joe Biden, quien lleva todas las de ganar la elección presidencial de noviembre.

Como ocurre en estos tiempos del cólera covid, el escenario donde se escribe esta historia no tiene precedentes. Las enormes concentraciones de partidarios, música, globos, discursos múltiples, gritos, carteles y aplausos están ausentes.  Solo hay banderas en una gran sala vacía de un hotel provinciano en el estado de Delaware. Un hombre enmascarado arregla el micrófono, un fotógrafo enmascarado toma posición. Hay un aire de intimidad, de cuidado por evitar toda estridencia, de cultivar gestos de calidez. Hay sonrisas esperanzadas y cómplices de los dos protagonistas quienes ingresan también con mascarilla.

Kamala Harris es la primera norteamericana de origen asiático y la primera mujer negra en la historia de Estados Unidos en ser candidata a vicepresidenta por uno de los partidos grandes. Su madre vino de la India, su padre de Jamaica. Se conocieron en la Universidad de Berkeley, donde estaban ambos embarcados en el sueño americano y donde participaron activamente en la lucha por los derechos civiles de los sesenta. Son esos los primeros recuerdos que asoman en la historia de su hija hoy de 55 años: marchando sentada en su coche de infante antes de saber caminar.

Asistió al colegio público de su barrio en Oakland, California, luego partió a la Universidad de Howard, en Washington DC, bastión de la cultura afroamericana. Allí adquirió, según ella lo cuenta, el orgullo y la valentía para enfrentar la vida profesional y social como mujer de color. Postuló a ser asistente del fiscal en la ciudad de San Francisco, ganó el concurso, y se convenció de que trabajando desde dentro del sistema había más posibilidades de lograr cambios. Convicción que la ha acompañado desde entonces. Luego avanzó a ser elegida fiscal general del Estado de California, donde sus bravas indagaciones en la corte como persecutora le generaron admiradores y enemigos. De ahí saltó a ser senadora por su estado. Nuevamente sus preguntas incisivas e inteligentes en las audiencias del Senado, en especial las que conducen a aprobar nombramientos judiciales, llamaron la atención. Tanto que Trump no dudó en calificarla de “nasty” a la primera, adjetivo con el cual él suele referirse a las mujeres poderosas y que en su traducción literal significa “repugnante”.

La elección de Kamala tiene un profundo significado político. Es la señal más reciente de la diversidad alcanzada por el partido demócrata. La tradición ancestral de tener a dos hombres blancos en la papeleta nunca más será aceptable ni para el partido ni para sus militantes, así como tampoco será aceptable tener a dos personas blancas. Biden reconoce su deuda con la población negra, que ha sido clave para lograr sus triunfos en las primarias de varios estados. La designación de Harris es parte de ese compromiso. Es también una señal de postura ideológica, optando por un cierto grado de moderación frente al “izquierdismo” de Warren y de Sanders, pero proponiendo un programa de gobierno agresivo en acción del estado, eliminación de sesgos racistas en las policías, tenencia de armas, cambio climático.

Aunque sostienen los entendidos que el impacto en la elección del compañero de lista del candidato presidencial es bastante limitado, también comprenden que en este caso puede ser definitorio. De ganar la elección, Biden entraría a la Casa Blanca con 78 años. Ha dicho que no se presentará a un segundo mandato. Esa es entonces la oportunidad para la VP, quien ya será una experimentada gobernante y habrá ejercido con pasión el encargo del presidente: pronunciar la última palabra en cada reunión, desafiar los juicios convencionales y hacer las preguntas difíciles. Sabe hacerlo. Muy temprano en su carrera aprendió que la docilidad o complacencia en una mujer negra no la llevaría muy lejos.

“Este país está pidiendo a gritos liderazgo. Para lograrlo, debemos formar una coalición de las conciencias. Quiero seguir guiada por aquel principio sobre el cual juré como fiscal general: igual justicia ante la ley. El caso Donald Trump está cerrado y sentenciado. No hay más preguntas ni más oportunidades. Nos toca ahora restituir la decencia perdida dentro y fuera de las fronteras. Creo en la familia, en la acción colectiva, en la política. Las vidas negras, marrones y blancas importan. Somos fuertes solo si vamos todos juntos. ¡A ganar!”

Desde este sur en invierno levantó la vista, hacia el techo de cristal que nos cubre a las mujeres, ese obstáculo invisible para llegar hasta arriba en el camino escogido. Noto que hay numerosas grietas, una por cada mujer que ha llegado a golpearlo, pero no a quebrarlo. La grieta de Kamala está fresca y es profunda. No me extraña. Con su ejemplo ya vendrán otras…y la historia seguirá siendo nuestra