Sin miedo al perdón
Hoy vivimos uno de los tantos clímax que ha protagonizado la historia de Chile. Muchos nos referimos a esto como un fin de ciclo, el que como tal siempre trae consigo la apertura de otro nuevo.
Este agitado último año palpé y conocí dos cosas que me gustaría ponerlas en el tapete el día de hoy. Primero, el gran número de chilenos que comenzó -como nunca- a vivir incertidumbre con respecto a su futuro. Y segundo, la necesidad de hacer una autocrítica consciente de nuestras acciones individuales y colectivas. Y es que a un día de las elecciones más importantes de la década, donde muchos acudimos a las urnas para escoger el futuro de nuestro país, propongo la mejor manera que conozco para superar la poca empatía y la desigualdad vigente en nuestros días.
Reconocer que todos actuamos mal de alguna manera y pedirnos perdón.
Hoy vivimos uno de los tantos clímax que ha protagonizado la historia de Chile. Muchos nos referimos a esto como un fin de ciclo, el que como tal siempre trae consigo la apertura de otro nuevo. Sin duda que este puede ser noble, digno y cargado de profunda generosidad, pero también es innegable que si no superamos nuestras diferencias y no reflexionamos sobre el rol de cada uno de nosotros en esto, el maltrato, la rabia y la desigualdad estructural seguirán ahí, como el sol. Chocando en nuestro rostro las veces que sea necesario. Y la destrucción en las calles, avanzando en el mismo rumbo.
Todos somos responsables de lo que hemos pavimentado y si ayer fuimos capaces de decidir el futuro del país, hoy podemos ser igual de enérgicos en aceptar nuestras diferencias, saber que son valiosas y que bien encaminadas pueden llevarnos hacia una mejor calidad de vida. En ASECH hemos sido empáticos con las legítimas peticiones del movimiento social, porque es fundamental tener un Chile más digno y justo. Sin embargo, también considero vital para esta democracia que quienes mayormente sufren con los desequilibrios del sistema (adultos mayores, enfermos, mujeres, personas en situación de calle, etc.) sientan nuevos aires de cambios con acciones concretas que entre todos seamos capaces de diseñar.
Que sientan el cosquilleo de volver a empezar, como el que conocen los miles de emprendedores que me toca representar cada día. Esos que también conocen de incertidumbres y que sufrieron periodos tremendamente complejos, sobre todo los que vieron vandalizados sus comercios e instrumentos de trabajo, producto también de las revueltas de dicho proceso, que quieren y necesitan imperiosamente dejar el temor atrás y abrir su local, volver a sus clientes, poder generar empleo para el que no lo tiene, ingresos a sus familias y volver a tener una vida en paz.
Para lograr todos los puntos que explico es necesario mirar, reconocer nuestros errores y entregarnos al perdón, tal como se hace cuando algo tiene mal sabor. Todos, en menor o mayor medida, nos hemos enterado de la profunda desigualdad que vive Chile. Es cierto que mi visión puede ser muy distinta a la tuya y que muchas tengan que ver con razones más allá de nuestro alcance, como la estructura de nuestra sociedad y la distribución del poder. Dicho esto, creo que esos elementos no quitan de la espalda la mochila de malestar e incertidumbre que deben cargar muchos chilenos, sobre todo para los que trataron de quitársela y no pudieron. Un asunto que incomoda pero a la vez inspira a pensar en el arrepentimiento y la corrección como la mejor manera de diseñar los nuevos moldes para el país que queremos. Uno, donde todos participaremos si somos capaces de avanzar sin temor a pedir perdón y por otro lado, sin miedo a perdonar.
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