Sobre terrorismo, ignorancia e incapacidad
Por Ignacio Morales, académico de la Facultad de Artes Liberales UAI
No existen estudios serios sobre el fenómeno del terrorismo que no comiencen, al menos, reconociendo el problema de sus diversas y muchas veces contradictorias definiciones. Debido a que el concepto es tan difícil de abordar, una mala y/o negligente definición puede facilitar el uso y/o abuso del término para fines político-ideológicos. Ahora bien, debido a que lo que está en juego es la supuesta legitimidad en el uso de la violencia para alcanzar ciertos fines políticos, es muy poco probable que podamos contar, algún día, con una definición categórica del término.
Hace algunos días atrás en el programa “Estado Nacional” de TVN, el diputado Gonzalo Winter intentó referirse al problema de la violencia en ciertas comunas de la región de La Araucanía, señalando lo siguiente: “…una de las definiciones internacionales más populares a nivel internacional de terrorismo establece que la violencia tiene que ser no dirigida, o sea, dirigida a la totalidad de la sociedad. Todos pueden ser potenciales víctimas”. Luego, solo unos segundos después que el periodista Matías del Río le preguntara si, a su juicio, “la declaración de la Resistencia Lafkenche bordea el terrorismo”, el diputado señaló “…yo no soy experto en el tema, pero la expresión que se usa a nivel internacional es indiscriminada, es decir, hay una amenaza de violencia indiscriminada ante el no cumplimiento de una exigencia al país; y aquí claramente yo no veo que haya una amenaza de violencia discriminada, sino que pareciera ser indiscriminada (sic)”.
El diputado no solo no contestó la pregunta, sino que dejó ver su falta total de rigor conceptual. La verdad es que no sabemos a que “definiciones internacionales” se refería. Tampoco sabemos quienes definen “a nivel internacional” la violencia indiscriminada como el motor fundamental del concepto de terrorismo. Lo que sí sabemos con certeza es que no es un experto en el tema, y que su calidad de abogado –como se señaló en el programa– no lo deja ni remotamente cerca de entender sobre lo qué está hablando. Si al menos hubiera utilizado la definición de terrorismo consagrada en la Constitución Política (definición bastante limitada, por lo demás), podría haberse presentado como una persona medianamente informada al respecto. Tristemente, ni él ni el panel de invitados que lo acompañaba fueron capaces de abordar seriamente el problema de las definiciones de terrorismo. Todos asumieron, supongo, que esas inexistentes definiciones eran suficientes para continuar la conversación.
Lo trágico de esto es que la ignorancia sobre qué podría, o no, calificar como terrorismo no es solo patrimonio de Winter, sino que de gran parte de la denominada “clase política”. Ni el gobierno de Gabriel Boric, ni el de Sebastián Piñera, ni el de Michelle Bachelet supieron administrar con prudencia el problema de la definición de terrorismo. No recuerdo ningún ministro del Interior de los últimos años definiendo con claridad qué entendían por terrorismo y cuáles son las diferencias, por ejemplo, con otras manifestaciones de la violencia política. Se han acostumbrado a descansar en un lugar común: “el problema en La Araucanía es mucho más complejo”. Ciertamente lo es, pero esta preocupante falta de claridad se manifiesta, tristemente, en la incapacidad de reacción del Estado frente a una serie de amenazas al estado de derecho.
Sería útil, de una vez por todas, dejar de tenerle miedo a las definiciones y mostrar un poco más de rigor en el análisis del problema. Esta es una de las tantas definiciones de terrorismo, pero podría ayudar: “terrorismo considera la utilización o amenaza de violencia heterogénea con un fin político; puede considerar una serie de acciones, blancos y/o actores. Posee una importante dimensión psicológica, produciendo terror o miedo en un grupo amenazado y, así también, en audiencias más amplias con el objetivo de maximizar la comunicación y los logros políticos. Encarna el ejercicio e implementación de poder, y el intento por redefinir las relaciones de poder. Representa una subespecie de guerra, y como tal puede formar parte de una campaña violenta y no-violenta por lograr influencia política” (Richard English, 2009). ¿Suena familiar?
Es necesario exigir más de nuestras autoridades. No basta con definiciones antojadizas y poco precisas. Si no saben, no inventen; se ve mal. Tan mal como una ministra del Interior huyendo de los disparos de grupos organizados que saben perfectamente cómo maximizar la comunicación y sus logros políticos.
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