Sueldo mínimo y efectos a largo plazo
Por Jeanne Lafortune, profesora de la Facultad de Economía y Administración UC; directora del MNEW
El nuevo gobierno postula que un alza gradual del sueldo mínimo hacia $500.000 sería un objetivo deseable hacia el fin del periodo presidencial. El debate sobre su oportunidad y monto, parece soslayar otros factores relacionados como la productividad, el crecimiento, la automatización y la formación en capital humano. Por ello, es clave analizar cómo conversa la medida anunciada con la situación actual y futura del mercado laboral en Chile.
Primero, la alta tasa de inflación que hemos experimentado en el último año hace más fácil cumplir con aumentos nominales del sueldo mínimo. Pero, claramente, los incrementos propuestos por la autoridad van más allá de un reajuste por inflación y productividad.
Se ha hablado mucho que las alzas de sueldo mínimo pueden disminuir el empleo en el corto plazo. Pero la evidencia empírica no es muy clara. Según David Card, Premio Nobel de Economía 2021, si los empleadores tienen poder para controlar el sueldo pagado, alzas moderadas y graduales en el sueldo mínimo podrían generar poco efecto en el desempleo (aplicada a sectores intensivos en mano de obra, como locales de comida rápida). Sin embargo, esa teoría tiene limitaciones que piden que sean alzas moderadas. Con mis colegas Alexandre Janiak y José Tessada, hemos estudiado la evolución del empleo y de los sueldos por ocupación desde 1996. Nos consta que las alzas importantes de sueldo mínimo desde esa fecha explicarían la evolución de los salarios para las ocupaciones en la parte inferior (3 y 4) de la distribución durante este periodo; entonces, el sueldo mínimo puede jugar un rol distributivo fundamental en el corto plazo.
Al frente de esta evidencia en el corto plazo, podríamos ser optimistas hacia alzas propuestas mientras guarden un carácter progresivo y moderado. Pero más importante aún es visualizar los potenciales efectos en el largo plazo. Subir el costo de contratar trabajadores incentiva la automatización; todavía hay labores donde las personas no pueden ser reemplazadas por máquinas (cuidados de niños y adultos mayores, por ejemplo), pero hay demasiadas otras ocupaciones en Chile que están en riesgo de ser sustituidas y donde un alza de sueldos mínimos podría incentivar a los empleadores a invertir en tecnología. Otro riesgo es transformar empleos formales en informales, para así evitar pagar las cotizaciones legales. La evidencia de países más desarrollados nos enseña que eso puede tener consecuencias decisivas hacia la distribución del ingreso y la precariedad del empleo. Por eso, vale la pena mirar este tema en su conjunto para compatibilizar una mejoría en el empleo y las condiciones de trabajo con la eficiencia económica. Hay que estar alertas a políticas que hoy aparecen tentadoras pero que podrían hacer más complejo el futuro mercado laboral en Chile.
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