Sufrimientos evitables

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Por Vinka Jackson, psicóloga, sobreviviente ASI; y Paul Endre, teólogo, sobreviviente ASE

El 11 de marzo asumió un nuevo gobierno que, en su primer día, se consagra especialmente al resguardo de la niñez, de los derechos humanos, en un discurso con mucho sentido de sanación. Al día siguiente, el primer desasosiego, durante la Oración por Chile, en la presencia muy notoria de sacerdotes conocidos por su lugar en mediáticos casos de abuso sexual de la Iglesia Católica. Ese mismo sábado, importantes medios informaban el nombramiento de un conocido sacerdote jesuita en el Ministerio de Vivienda y Urbanismo. Una carta felicitando la designación fue compartida en redes por su congregación, pero no había confirmación oficial del gobierno hasta ahí.

En medio de la confusión, sobrevivientes de abusos sexuales eclesiales (ASE), asociaciones afines, y muchas otras voces, se sumaron a la reflexión sobre el significado de estos hechos. Más allá de determinadas personas –apreciadas, o cuestionadas-, la presencia de la Iglesia en el gobierno sería y seguirá siendo incomprensible a la luz de sus compromisos declarados. Retraumatizante, además, para muchas víctimas que así lo confirmaron en sus testimonios durante el fin de semana.

Las vejaciones revividas. La memoria bajo la sombra de perpetradores, encubridores, de figuras o entornos asociados de modo indeleble a los crímenes cometidos. El dolor y terror de otro tiempo, de vuelta en el presente. El recuerdo, dice Bissel Van der Kolk, es encarnado; se vive y sufre en el cuerpo. Quizás esto ayude a comprender mejor qué implica la retraumatización. Daño sobre daño.

Sabemos que la Iglesia Católica, a nivel mundial –Chile no se exime-, se ha caracterizado por una cultura que ha obstaculizado la justicia y reparación hasta hoy. Las víctimas de abuso sexual eclesial más pequeñas fueron vulneradas a partir de los 3, 4 años de edad, y el 80% de ellas, a partir de sus 8, 10 años. Según el propio representante del Vaticano ante la ONU, al año 2009 se estimaba que podían ser hasta 20 mil sacerdotes involucrados en delitos de pederastia. Y falta mucho por develar todavía, como nos han enseñado diversas comisiones internacionales de verdad y reparación. En víctimas infantiles que son incapaces, por su desarrollo incompleto, de entenderse siquiera como tales, la develación puede un proceso muy doloroso y recién entrada la adultez.

El abuso sexual infantil es definido como tortura, un crimen de derechos humanos (2016, ONU). Esto no detuvo el sojuzgamiento –”puristas, intolerantes, majaderos, resentidos”, cancelación, etc.- a sobrevivientes y personas que actuaron en solidaridad, de parte de quienes no pudieron dimensionar el daño provocado. La dureza frente a la voz de víctimas adultas se amplifica si miramos hacia niñas y niños que aún no tienen voz: cómo cuidarlos así, cómo prevenir o socorrer en una sociedad donde hay quienes se niegan a escuchar. Con 50 a 75 niñas, niños y adolescentes abusados sexualmente cada día en Chile, la indiferencia solo conmina a seguir trabajando más intensamente. Sabemos cómo omisiones y olvidos arriesgan fortalecer la impunidad, y habilitan nuevos abusos.

Afortunadamente, y esto sí es lo más importante: la respuesta del gobierno ha sido tranquilizadora y sin ambages. Por primera vez en nuestras vidas, escuchamos conmovidos a un Presidente de la República hablar del abuso sexual infantil y la revictimización; y de ayudar a la reparación integral. Su mensaje para la niñez, las víctimas, la red de sobrevivientes, las familias de Chile, escribe otra historia. Evitar sufrimientos que pueden ser evitados. No dañar. No volver a dañar. Premisas de cuidado ético. Luego de las experiencias de estos días, solo queda agradecer y disponer de toda energía en la creación de la mesa de trabajo –compromiso del programa del Presidente- para lograr la tan anhelada verdad, justicia y reparación para víctimas de abusos infantiles en todo entorno institucional. Que desde este gobierno se logre recorrer ese camino, con el mismo apoyo ciudadano que permitió hace tres años promulgar la histórica ley de imprescriptibilidad. Ansias de comenzar lo antes posible.

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