Téngase presente
Por Juan Carvajal, periodista y ex director de la Secom
Las dramáticas escenas que llegan de Perú inevitablemente nos hacen recordar lo que vivimos en Chile por meses. El estallido social que está remeciendo la institucionalidad política del país vecino y la violencia policial que registra decenas de heridos y la muerte de dos manifestantes, ya le costaron el cargo al Presidente interino.
Menos de una semana duró Manuel Merino en su cargo y ahora enfrenta una investigación que lo puede llevar a la cárcel. Bien vale, a propósito de estos impactantes hechos, reflexionar sobre el actual escenario político nacional y la necesidad de tener presente lo que costó modificar ese crudo momento y la obligación de toda la institucionalidad política nacional de no olvidar que las razones que motivaron el estallido en nuestro país son la demanda de cambios sociales, económicos y políticos, entre los cuales la nueva Constitución se visualiza solo como el comienzo del “nuevo” Chile al que aspiran la mayoría de los chilenos.
Buena parte de la clase política parece no tener en cuenta que las señales valen cuando se toman en serio. Cuando el estallido social en Chile nos llevó a meses de alto impacto, la masividad de la protesta, la continuidad cotidiana del movimiento, la paralización del gobierno y los hechos de violencia en aumento generaron temor y angustia, además de la sensación de que se cerraban las posibles salidas tradicionales a los conflictos. Fue en ese contexto que se viabilizó y materializó el acuerdo del 15 de noviembre, que posibilitó el plebiscito, así como el nuevo y esperanzador cuadro político que se configuró a partir del 25 de octubre.
Cuando observamos la dinámica del Parlamento, de los posibles candidatos a todos los cargos futuros, la conducta de algunos personeros que buscan protagonismo presidencial y la de los propios actores gubernamentales, pareciera que se ha olvidado el “téngase presente” que la ciudadanía le hizo saber a toda la estructura de poder. Pareciera olvidarse que la mayoría repudia el populismo, el oportunismo y la tendencia a buscar la promesa fácil o el voto circunstancial.
Es mala idea tratar de gobernar para la galería que “grita” más, pero que no necesariamente representa a la mayoría de la gente. Hoy es tan negativo el populismo como la sobreideologización de la realidad. En momentos en que la dinámica electoral está sobreponiéndose por sobre cualquier otra consideración, es necesario tener presente que lo que se espera es una política distinta, un discurso integrador, que la gente sea escuchada y tomada en cuenta. Y, sobre todo, que no se hagan promesas que no se van a cumplir, ni menos que se sigan cobrando cuentas de todo tipo, que solo se entienden en la compleja entelequia de la clase política.
La ciudadanía necesita confiar en sus autoridades e instituciones, espera cambios pero en paz y quiere soluciones reales. Pero, por sobre todo, espera estabilidad social. No hay que echar por la borda la oportunidad de que la política se revalide. Todavía hay tiempo.
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