Terapia de shock a la inversión
La incertidumbre arancelaria que ha provocado la guerra comercial iniciada por Estados Unidos obviamente va a tener repercusiones directas en Chile al hacer menos competitivas nuestras exportaciones que tienen como destino el país del norte.
Los esfuerzos que se están realizando para lograr persuadir a las autoridades norteamericanas de que no procede que se nos aplique ni el arancel global de 10 por ciento, ni menos aún una sobretasa al cobre y la madera, merecen el apoyo de todos. La actitud con que se está enfrentando el problema por parte del gobierno es la adecuada, convocando a nuestros mejores expertos para elaborar propuestas y estrategias que permitan lograr el objetivo que buscamos como país. Cada vez que enfrentamos con unidad nuestros mayores desafíos, los resultados terminan siendo favorables.
La misma lógica debería aplicarse para apuntalar desde adentro el alicaído crecimiento de la economía chilena, el que podría verse aún más afectado como consecuencia de los negativos efectos indirectos de esta guerra comercial. Ante una demanda interna que se está viendo debilitada por este cuadro de incertidumbre, y ante la dificultad que vamos a enfrentar para lograr un mayor dinamismo de las exportaciones, reactivar la inversión debe ser un tema prioritario, pero en serio.
No hay encuentro en el que no se mencione el tema de los permisos y de las aprobaciones ambientales como principal traba para la realización de nuevos proyectos, y si bien las iniciativas legales que se tramitan en el Congreso constituyen un avance, definitivamente son insuficientes en atención a la magnitud del problema que se enfrenta. Algunos hablan de la necesidad de priorizar proyectos estratégicos y establecer un fast track para ellos, de manera de dinamizar la inversión por esta vía. Sin perjuicio de la inconveniente discriminación que significaría catalogar los proyectos en una u otra categoría -las presiones para estar entre los elegidos serían enormes-, haría mucho más sentido abrir una ventana de tiempo transitoria para un fast track en cualquier proyecto que manifieste el compromiso de ser realizado durante un período previamente acordado, los que recibirían una aprobación transitoria para poder partir, la que sería ratificada posteriormente en la medida que se cumplan ciertos requisitos objetivos previamente conocidos por las partes, sin espacio para arbitrariedades.
Los beneficios de una iniciativa de este tipo no serían solo de corto plazo a través de la generación de nuevos puestos de trabajo, sino que contribuirían a fortalecer las bases para aumentar el potencial de crecimiento -talón de Aquiles de la economía chilena-, palanca insustituible para cimentar un progreso sostenido.
Por Hernán Cheyre, Centro de Investigación Empresa y Sociedad (CIES), U. del Desarrollo
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