“Terremoto educacional”

David Muñoz,  profesor de educación general básica


Por Carolina Flores, decana de la Facultad de Educación, U. Alberto Hurtado

Con fuerza y sorpresa por los pobres resultados de la evaluación diagnóstica, el ministro de Educación ha interpelado al sistema escolar a volver prontamente a la presencialidad, de modo de poner freno a lo que ha llamado “terremoto educacional”.

Uno de los elementos que se ha visto más tergiversado con la virtualidad, es la interacción pedagógica: la relación docente-estudiante, a través de la cual, las y los profesores “median” entre el estudiante y su aprendizaje. En efecto, la virtualidad hace extremadamente difícil para el docente el hacerse cargo de un aula diversa y, sobretodo, el poder calibrar la disposición al aprendizaje de cada quien. Una buena interacción pedagógica, que habilite aprendizajes significativos, se logra cuando el docente está en sintonía socioemocional con cada estudiante y con el grupo curso, de modo de, en su rol de mediador, lograr que cada uno, con sus fortalezas y debilidades, transite hacia un estado “afectivo” y “efectivo” para el aprendizaje. Por otro lado, lograr sintonía socioemocional en la interacción pedagógica, requiere de docentes socioemocionalmente hábiles, reflexivos y conectados con su práctica docente. Dicho esto, no sorprende en absoluto los pobres resultados de la prueba. En pandemia, las y los docentes no han tenido las condiciones laborales para desarrollar una buena interacción pedagógica. Es más, muchos de ellos, no han sido siquiera formados para eso.

Dado el sistema escolar actual y sus recursos, la preespecialidad con su estructura espacio- temporal y la posibilidad que brinda de compartir con los pares, ayuda, pero no es garantía para la generación de aprendizajes significativos. Las capacidades socioemocionales y de reflexión para generar una interacción pedagógica afectiva y efectiva, se aprenden desde la formación inicial y deben ser practicadas de manera consciente durante el ejercicio docente, lo cual, a su vez, requiere de condiciones laborales apropiadas.

No nos olvidemos del fondo del asunto. Si bien la pandemia ha llamado la atención respecto a la importancia del espacio escolar presencial para aprender, también lo ha hecho respecto del rol de los factores emocionales en el aprendizaje, de lo clave de formar docentes integrales y reflexivos y, sobretodo, respecto de la necesidad de mejorar sustantivamente las condiciones laborales de las y los docentes (y, de paso, aminorar el déficit proyectado de profesores, que ya este año se hizo patente con las deprimidas cifras de admisión en las pedagogías).

El desafío es de largo aliento. La solución está en las manos de todos los actores involucrados en la educación, y no solo de si el gremio docente decide retomar la presencialidad. Complejicemos la discusión y decidamos en conjunto, respetando y validando la posición y el rol de cada sector.