Territorio en disputa
Vengo de estar en Valparaíso. Parece escenografía de una película de terror después que terminaran de filmar. No se ve a ningún "delincuente" por calle Condell, y no hay barricadas; solo devastación y el olor que perdura, olor a cólera desenfrenada pero que, seguro, a esta hora -hinchada- duerme la mona de días atrás. Dejo de contar los negocios tapiados. Las imploraciones ("Estoy con 'La Causa', por favor, no me saqueen. ¡Fuerza Chile!") retratan al suplicante zalamero, aterrado. Mucha alusión a "Katriyanka" (sic) (¿qué tendrá que ver con esta ciudad?). Mucho rayado y panfleto pegado que maldice al "Estado" -de Chile, supongo-, con lo cual la autoría se torna evidente y, por si hubiese dudas, la farmacia mapuche en Condell es la única indemne. Nada de lo que veo sugiere espontaneidad, sí, rito sacrificial. Lo que es a los ambulantes de la plaza, convertida en feria libre, parece estarles yendo bien (¿vendiendo las pertenencias saqueadas?). En el siglo XIX, los historiadores habrían descrito la película como un malón que lo trajo el viento. Los de ahora se entrampan en sus infinitas disquisiciones teóricas para censurarnos por seguir llamando lo que estamos viendo como "bárbaro" o "salvaje" (muy "tonka-andronicus").
Nadie más honesto que Joaquín Edwards Bello, alguna vez vecino del barrio, para decir las cosas por su nombre. No se anda con exquisiteces: "Misterios del plan y del cerro; dos mundos que ni se quieren ni se conocen. Unos son intrusos arriba y ellos son intrusos abajo". Honesto, porque reconoce que existiría lucha de clases, aun cuando no cita a Marx o a Foucault. De las secuelas del terremoto de 1906 enfatiza lo macabro: "La mañana siguiente, la ciudad vio con asombro numerosos cuerpos humanos amarrados a los postes de telégrafo o del teléfono con el letrero milenario de la rapiña pobre: 'Por ladrón'". Hay registros de fotos y se sabe de al menos 15 personas ajusticiadas tras ser capturadas in fragranti. No idéntico, casi. Neruda, poeta comunista, diría del puerto: "Amo tus criminales callejones, tu luna de puñal sobre los cerros".
Edwards Bello habría estado de acuerdo con quienes vienen advirtiendo que Valparaíso (hace rato rayado, orinado y desvalido) es "tierra de nadie". Para ponerlo en lenguaje eufemístico actual: "territorio en disputa". Iván Poduje suministra cifras alarmantes: 34% de edificios del centro patrimonial, afectados; 14 mil empleos comprometidos, y 10% de cesantía. El desastre habla por sí solo. Las tres mil hectáreas periféricas arrasadas le añaden cierto efecto espectacular: terror incendiario que cerca y acecha. El prontuario de sus autoridades municipales es conocido. El alcalde Sharp, el último de la serie, amparándose en excusas por su ineptitud, insta a que sigan protestando, e impide que la policía reestablezca el orden público.
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