¿Terrorismo mapuche?
Por Domingo Namuncura, primer embajador de origen mapuche (2014-2018), en Guatemala
Con el llamativo título de “Terrorismo Mapuche”, el investigador del IES Pablo Ortúzar aborda de manera superficial en este diario (27 de febrero) la problemática indígena del sur, argumentando con ideas muy generales los hechos, usando conceptos como violentistas, terroristas, bandoleros y etnonacionalistas que se pueden interpretar como atribuibles a los mapuche. En general, estamos acostumbrados a que cada cierto tiempo, historiadores como Sergio Villalobos y comentaristas como el señor Ortúzar expongan ideas que requieren ser confrontadas y aclaradas con profundidad. De partida, recomiendo a Pablo leer (y estudiar a fondo) el informe oficial del Estado de Chile, el de la Comisión Nacional de Verdad y Nuevo Trato (está disponible en Internet), para que pueda formarse una idea más precisa de lo que corresponde conocer y opinar.
El “violentismo mapuche” está en alza en La Araucanía y es “a todas luces” la expresión de terrorismo, pareciera desprenderse de su nota. Porfiados antecedentes proporcionados a nivel internacional, por entidades internacionales y diversas otras organizaciones vienen señalando desde hace varios años que no se cumplen en las regiones del sur las condiciones de un terrorismo como sí ha ocurrido en otros países. Y en América Latina, la única expresión ni siquiera terrorista, sino de lucha armada con pueblos indígenas, fue la del Frente Zapatista de Liberación.
Ortúzar arriesga imputar a los mapuche en plural, es decir como pueblo, una condición que no está en su cosmovisión cultural ni religiosa. La conflictividad del sur obedece fundamentalmente a compromisos políticos incumplidos por parte del Estado a lo largo de nuestra historia (ref. Informe de Verdad y Nuevo Trato). Esto no significa que exista una corriente -como en toda comunidad- de personas indígenas que desconfían profundamente de la institucionalidad democrática y prefieren caminos de fuerza. Pero ellos no representan a la totalidad de los pueblos indígenas ni a la inmensa mayoría del pueblo mapuche. Este aspecto es descuidado por el autor, que en su nota reitera varias veces la idea del surgimiento de un “etnonacionalismo”. Al respecto, vale citar a Walker Connor y su libro sobre “Etnonacionalismo” (editorial Trama, 1998) para entender de qué estamos hablando. En los Estados de estructura plural rigen las relaciones de interactividad entre los diferentes grupos étnicos dentro de un mismo marco estatal. En nuestro caso, y de acuerdo a las categorías señaladas por Connor, se trata de un régimen hegemónico autoritario. Y claro, el Estado de Chile desde su instalación en 1810 hacia adelante estableció su “verdad histórica” y atacó persistentemente la idea de una inclusión de los indígenas, reemplazándola por la de asimilación y, por ende, de desprecio hacia sus tradiciones, su cultura y sus territorios finalmente anexados a la fuerza. Los etnonacionalismos se dan en muchos sentidos y el pueblo chileno, formado por diversas poblaciones originarias, además de los indígenas, se constituyó finalmente en un referente único y excluyente.
En las regiones del sur, y en La Araucanía principalmente, el conflicto es del Estado con el pueblo mapuche, porque sus políticas han sido insuficientes en muchos sentidos. El editorial del diario La Tercera del 27 de febrero lo señala con mucha más claridad que el artículo de Ortúzar; y cito: “Sería un error limitar el conflicto a una dimensión meramente policial o poner el acento exclusivamente en reforzar la legislación antiterrorista. Siendo lo anterior indispensable, es fundamental alejarse de la “mano dura o mano blanda”, ello es inconducente, pues no hace sino entrampar el debate, y avanzar hacia un entendimiento integral y definitivo del problema, que asuma la gravedad de lo que está en juego, pero que también se haga cargo de las carencias ya largamente diagnosticadas en la causa indígena”. Se trata de un parecer correcto y más templado que la nota en modo artículo de Ortúzar. Y si tuviera que escoger mejores y más constructivos argumentos, elijo en este caso el editorial de La Tercera.
Nota de la Redacción: En una primera versión de esta columna su autor señalaba entre comillas que en el texto aparecido el sábado 27 de febrero, al que hace referencia, el investigador del IES Pablo Ortúzar califica al pueblo mapuche de “violentistas, terroristas, bandoleros y etnonacionalistas”, frase que no aparece en el texto aludido. Por ello, la versión inicial fue modificada.