“Todos están tratando de vender (bonos de Tesorería). Nadie tiene interés en comprar”, dijo esta semana el presidente del Banco Central a la Comisión de Constitución de la Cámara Alta.

Mientras parlamentarios le decían que ellos ven la realidad de la gente concreta, no creen en la virgen del puño apretado, menos en historias catastrofistas ni películas de terror, yo trataba de pensar en alguna crisis autoinfligida que no haya comenzado con este mismo guion. Y por lo trillada de la historia, especialmente en Latinoamérica, permítame contarle cómo prosigue.

El que nadie quiera comprar bonos de Tesorería hace que el precio de ellos se desplome, y la tasa de interés se dispare. Nótese que el origen del “nadie quiere comprar” no es más que “nadie cree que vayas a crear el producto necesario para servir ese nivel de deuda”. Por lo tanto, parte de ella me la vas a “pagar” con inflación. Y si son bonos en dólares, quizás hasta me hagas un default para no seguir depreciando tu moneda.

Lamentablemente, el desinterés por comprar bonos del Fisco también se contagia a otros emisores. El Parlamento, con el candidato puntero en las encuestas incluido, han apoyado iniciativas para destruir a los compradores de papeles largos (AFP y compañías de seguro), dañando obviamente a la “gente concreta”. Uno de los tantos privilegios con que contaba Chile con respecto a los países de la región, era tener créditos hipotecarios de décadas con tasas en el suelo. Producto muy apreciado por todos los chilenos que lamentablemente será discontinuado próximamente.

Los matinales ya la próxima semana se habrán olvidado del “a la gente concreta no le importa lo que está pasando con la Bolsa” y estarán reporteando “a la gente concreta sí le importa lo que está pasando con la Renta Fija”. La “gente concreta”, por su parte, aprenderá cosas que la “gente concreta” de otros países de la región han sabido toda la vida: la triste dinámica que existe entre gasto público, tasas de interés, tipo de cambio e inflación. Súbase a un taxi en Buenos Aires o Río de Janeiro y verá cómo el taxista sabe cosas que los “economistas de matinal” aquí ni sospechan.

Pero esta película de terror (basada en historias de la vida real como le dije), no termina aquí por desgracia. Algún buenista, ese que usted ve en la película y le grita: “No se te ocurra sacar a Annabelle de la caja”, bueno, lo hace. Ese valiente luchador social es el que va a decir: si los capitalistas piensan que pueden boicotear el proceso de transformaciones profundas no comprando las nuevas emisiones del Fisco, se equivocan, para eso tenemos al Central. Ahí toda la separación entre el bien y el mal, los vivos y los muertos, desaparece. Todo el balance del sector público (Gobierno y Central) pasa a ser un solo gran balance consolidado que emite un gran pasivo que estamos obligados a comprar todos nosotros, rente -6% o -30%. Me refiero, obviamente, al “bono peso”.

A esas alturas los manotazos de ahogado lo único que lograrán es incrementar la velocidad de implosión. Se colocará el destino de la patria al cuidado de la virgen de los impuestos (muy adorada en Chile), pero que lamentablemente “recauda” algo que el Fisco a esas alturas ya va a estar emitiendo por trillones. Aunque parezca absurdo, en el mismo acto de democratización (colonización) del Banco Central, el Fisco habrá destruido el valor del único activo con el que contaba para intercambiarlo por aquello que realmente necesitaba: bienes y servicios.

Ni a los progres les va gustar la película progre. The End.