Tierra, alimentos y el futuro de la humanidad
Carlos Recondo es Director Nacional de Indap y Fernando Santibánez es académico de la Universidad de Chile.
Nuestra existencia no sería posible sin lo que nos provee este pequeño y solitario planeta, el único en muchos años luz a la redonda capaz de albergar una prolífica vida. La tierra ha proveído con generosidad alimentos a la humanidad desde hace más de 12 mil años, cuando apareció la agricultura en torno a los primeros asentamientos humanos. Desde los albores de la humanidad, la agricultura también ha contribuido decisivamente al desarrollo y movilidad social de miles de familias que practican esta noble actividad como único sustento y a escala reducida, llamada Agricultura Familiar Campesina. En este sentido, la agricultura cumple funciones económicas, ambientales y sociales, las que hoy se ven amenazadas por los efectos del cambio climático que nos exige correcciones sustentables permanentes.
Es cierto que el Planeta, haciendo gala de una grandeza sin igual, ha continuado atendiendo a nuestros requerimientos, pero no sin dar señales claras de agotamiento. El agua dulce disminuye y se contamina, los bosques desaparecen a un ritmo preocupante, los suelos agrícolas se reducen y degradan sin pausa, los océanos se colmatan de plástico y basura, las otrora abundantes aguas del subsuelo van en vías de desaparición, el clima se torna amenazante y los desiertos se expanden tragando tierras agrícolas.
Este escenario pone hoy a prueba la capacidad de adaptación de agricultores a una nueva realidad, más exigente en información y tecnología. En Chile, la falta de agua ya ha dejado 156 comunas en riesgo de desertificación y otras 138 comunas de las regiones de mayor productividad declaradas bajo emergencia agrícola por déficit hídrico. Actuar en estos territorios no sólo es un desafío, sino un imperativo de nuestro tiempo.
El Estado y sus instituciones tienen un rol clave que jugar para evitar una catástrofe. En INDAP, servicio destinado al fomento productivo de la pequeña agricultura, existe plena conciencia del magno desafío y durante los últimos años se han iniciado diversos programas de adaptación al cambio climático, planes para impulsar cambios en los sistemas de producción tradicionales y talleres para cientos de agricultores en materia de adaptación. A esto se suma el mayor plan de riego tecnificado en la historia de INDAP, que busca un uso más eficiente del agua y otorgar seguridad en el abastecimiento.
La misión no es fácil cuando las tierras que nos alimentan, se enfrentan continuamente al avance de centros urbanos y al crecimiento de una población que pronto superará los 9.000 millones de habitantes, ejerciendo fuertes presiones sobre ella y su función de producción. Debemos producir más alimentos, con menos agua, menos suelo, sumado a la amenaza de nuevas pandemias, más incertidumbre global y menos paz social. ¡Que enorme desafío para la humanidad! Siempre pensamos que la tecnología solucionará cualquier amenaza, pero nada garantiza que en el futuro seremos capaces de lo imposible.
Si bien el cambio climático ha generado oportunidades para pequeños agricultores de ciertas regiones del país -permitiendo diversificar la matriz productiva a nuevos rubros y producciones-, se necesita una reingeniería territorial de la agricultura, la que debe ser hecha con un máximo de salvaguardas, a modo de preservar sus funciones ambientales, económicas y sociales. El éxito de estas transformaciones dependerá de cuán inteligentes seamos para dar a cada territorio un uso que sintonice con las características, capacidades y vulnerabilidades de sus recursos naturales.
Cuidar el medio ambiente significa mantener los equilibrios biológicos mundiales. La actual pandemia es sólo una muestra de lo que representa la pérdida de esos equilibrios; basta sólo imaginar qué ocurriría con la humanidad, si otra pandemia afectara a las cuatro especies cultivadas -trigo, maíz, arroz y papa- que nos proporcionan dos tercios de la comida mundial. Hoy, es un deber reconocer las virtudes de nuestra tierra, pero también advertir las amenazas que ponen en riesgo todo lo construido hasta ahora por el ser humano, única especie dotada del privilegio de la inteligencia.