Top 1 en el campeonato equivocado
Por Manuel José Irarrázaval, director del Instituto de Políticas Públicas en Salud U. San Sebastián.
El reciente informe de la Organización de Estados Americanos (OEA/CICAD), sobre el uso y consumo de drogas en las Américas, ubica a Chile en el primer lugar de la región, en competencia con Canadá y Estados Unidos.
De acuerdo con el estudio, el 14,5% de los encuestados chilenos son consumidores de marihuana, y la prevalencia en los jóvenes alcanza a 25%. Cifras que han ido en aumento desde 2012-16. Antes, nuestra posición en el ranking era similar al resto de los países latinoamericanos. Ahora, somos los campeones.
Esta situación se asocia de igual forma a una alta prevalencia en el uso y consumo de alcohol y tabaco; y otra nueva amenaza que está emergiendo es el consumo de medicamentos no prescritos, como tranquilizantes.
Los antecedentes revelan que las medidas que hemos implementado para evitar el consumo de drogas han sido totalmente ineficaces, particularmente porque no hay una percepción del daño o consecuencias que estas sustancias generan; por el contrario, la percepción de riesgo es baja.
Esta situación representa un grave problema sanitario. El consumo de alcohol y tabaco está claramente asociado a mayor riesgo de enfermar y morir. Y el consumo de marihuana, está ampliamente demostrado en sus lamentables consecuencias, no solo sanitarias, sino también sociales, educacionales, laborales y económicas.
Los estados de Colorado y Washington, en Estados Unidos, declararon legal el consumo recreacional de marihuana hace siete años. Actualmente en ambos estados, además del probado daño en las funciones intelectuales especialmente de los jóvenes, se asocia a un aumento significativo de muertes por accidentes de tránsito, de ingresos por intoxicación a urgencias hospitalarias, suicidios y muertes, despido laboral por incapacidad, y delitos comunes “bajo los efectos”.
La teoría que la legalización del consumo se asociaría a menor delincuencia y fuerza de las bandas de narcotraficantes, también ha sido desmentida.
Estamos repitiendo el “experimento” norteamericano a tal punto que, en Chile, el entusiasmo por liberar el consumo de marihuana ha llevado a muchos a pedir la aprobación del uso de esta droga incluso “con fines terapéuticos”, discusión pública en la cual varios de nuestros “líderes” se manifiestan favorablemente; situación que generaría una suerte de vía rápida para la validación de esta peligrosa droga, que produce no solo daño cerebral en los jóvenes, sino también agravación de cuadros psicóticos y otros efectos potencialmente adversos.
¿Qué tendría que pasar para que podamos pensar racionalmente y suprimir este desastre predecible e innecesario? Los antecedentes de este estudio dejan en evidencia un problema de importancia sanitaria, que desafía a los formuladores de políticas y tomadores de decisiones a tomarse este tema en serio. Se requiere de políticas y programas basados en evidencia, con el fin de abordar el problema de las drogas de manera efectiva.