Tradiciones constitucionales en disputa
Por Alejandro San Francisco, académico de la Universidad San Sebastián y Universidad Católica de Chile; director de Formación Instituto Res Publica
De las tradiciones constitucionales chilenas, hay dos que destacan en el ámbito orgánico: el régimen presidencial de gobierno y la existencia de un Congreso bicameral. Ambos provienen de la década de 1820: el Presidente de la República de 1826, mientras el órgano legislativo fue definido en la Constitución de 1822, con un breve enunciado: “El Congreso se compone de dos Cámaras –la del Senado y la de los Diputados” (Artículo 17).
Desde ahí en adelante la fórmula se ha repetido, aunque han cambiado las atribuciones, la composición y los mecanismos de elección. El presidencialismo fue desafiado de manera importante durante la vigencia del régimen parlamentario, entre 1891 y 1925. Se trató de un sistema consuetudinario, histórico, y no del establecimiento constitucional del parlamentarismo. Sin perjuicio de ello, en diversas ocasiones el Presidente ha debido enfrentar a los partidos y al Congreso, que han ampliado de hecho sus atribuciones o han desafiado al Jefe de Estado y de gobierno, como se vio –con diferentes énfasis– en la última etapa de la Constitución de 1925, y en el parlamentarismo de facto proclamado hace un par de años.
En el Congreso, se ha mantenido la tendencia a una menor duración en los cargos de diputados (3 o 4 años), en tanto los senadores tienen más estabilidad (8 o 9 años). También ha existido un requisito de edad menor para los diputados y se ha entendido que el Senado desempeña un papel moderador, central en la búsqueda de acuerdos, de perfeccionamiento legislativo o en la fiscalización del Ejecutivo. Durante muchas décadas significó la cúspide de la carrera política, donde llegaban los máximos líderes nacionales: Arturo Alessandri Palma, Carlos Ibáñez del Campo, Salvador Allende, Jorge Alessandri y Eduardo Frei Montalva, entre otros. Algo de eso renació tras 1990, pero cobraron mayor fuerza las tareas ejecutivas, sea en el gobierno o en las municipalidades. No es raro que las elecciones más disputadas de las últimas décadas hayan sido las de Ricardo Lagos (exministro) y Joaquín Lavín (exalcalde) en 1999, o entre José Antonio Kast y Gabriel Boric en 2021, ambos exdiputados. El simbolismo no deja de ser interesante.
Históricamente han existido iniciativas para cambiar la fórmula del Congreso bicameral. En la primera mitad del siglo hubo iniciativas por establecer en el país un régimen corporativo o funcional, diferente al modelo electoral inorgánico y partidista que resultaba de las elecciones de senadores y diputados. El programa de la Unidad Popular propuso crear una cámara única, la Asamblea del Pueblo, como gran novedad en este ámbito, que no se llevó a la práctica.
Este 2022, momento revolucionario y constituyente, sorprende a Chile con un doble cambio. Por una parte, por la decisión de la Convención de avanzar hacia un sistema unicameral o de modificar radicalmente el bicameral. Por otro lado, con iniciativas que alterarían eventualmente el régimen presidencial. Todo ello, marcaría el cambio de rumbo de dos tradiciones bicentenarias, aunque el proceso todavía se encuentra en curso.