Transporte público: la cuenta pendiente

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Por Marcelo Mena, ex ministro de Medio Ambiente, y Carlos Melo, ex subsecretario de Transportes

Si hay algo que este gobierno ha postergado e hipotecado han sido las mejoras al transporte público. Durante la administración anterior se trabajó coordinadamente para llevar adelante el proceso de licitación del sistema, incluyendo una participación ciudadana amplia. Sin embargo, a días de llegar a La Moneda el gobierno desestimó el proceso anterior, declarándolo desierto y gatillando que no se concretara hasta el día de hoy. Las ofertas estaban hechas y ni siquiera quisieron abrir los sobres, echando por la borda años de trabajo y la misma opinión de la ciudadanía de cómo mejorar el sistema. Lo anterior, se replica en la Región de Valparaíso y en otras capitales regionales, donde no se ha iniciado ninguna licitación.

El resto de la historia es por todos conocida: se produjo el alza de $30 en el transporte público y, con ello, el estallido social, poniendo en jaque la idea de financiar, de forma integral las mejoras que el transporte público necesita. Esa será la herencia que deberá asumir el próximo gobierno: postergación de licitaciones y adquisición de buses por tratos directos, lo que no favorece ni la competencia ni transparencia de los procesos públicos.

El sistema metropolitano podrá llamarse RED, podrán pintarse los buses de otros colores, pero los cambios profundos que las personas esperan tienen que ver con las mejoras de frecuencia, de regularidad, de calidad de servicio y la adecuada cobertura del transporte. ¿Qué se propone entonces? Consolidar en el futuro programa del próximo gobierno un sistema integral para recuperar las licitaciones del transporte público; evaluar la creación de una empresa pública modelo, que permita conocer a escala los costos del sistema; generar pilotos para mejorar la calidad del servicio; incorporar licitaciones 100% de buses eléctricos tanto en el Transantiago como en las capitales regionales, y estructurar un sistema de tarifa social para aquellas personas de menos recursos, de tal forma de que puedan usar el transporte público a un precio rebajado, ya que estos buses eléctricos tienen menores costos de operación y mantención que el diésel contaminante. No tenemos que buscar ejemplos en otros lugares del mundo. Llevamos más de cuatro años de buses eléctricos en Santiago.

Por cierto, la pandemia pone en tela de juicio el transporte público. Tenemos que reencantar a la gente para que vuelva a él. Para ello se debe privilegiar fortaleciendo vías exclusivas. El aire acondicionado de los buses eléctricos baja la exposición a aerosoles que transmiten la enfermedad. Rebaja la carga de contaminación que respiran las personas.

La neutralidad tecnológica que se usa para justificar no elegir solo buses eléctricos es una farsa sin un adecuado precio de la contaminación en los combustibles fósiles. Es el momento de darle la competencia que merece el sistema y no continuar eligiendo a dedo. Hora de dejar los parches y el marketing y volcarse hacia la transformación profunda para un transporte verde y sustentable que los chilenos merecen.