SEÑOR DIRECTOR:
Estos días hemos sido testigos de la guerra comercial desatada por Trump, con medidas como los aranceles a China, México y Canadá. Un conflicto que no es solo una escalada arancelaria o la imposición de medidas que protejan los mercados nacionales, sino que se ha ramificado a múltiples áreas de la economía internacional; un conflicto que está lleno de incertidumbre y de señales volátiles, con fechas de amenaza y que luego modifica, que plantea salidas y las cierra; que afectará profundamente a las mujeres y los avances que se hicieran en materia de comercio inclusivo; una guerra sobre minerales críticos para ejercer control sobre cadenas de suministro, sobre tecnología y ambiental, para controlar los avances digitales y de electromovilidad.
La política comercial de Trump es disruptiva y probablemente dañará la economía estadounidense, pero el grado en que esto ocurra puede no ser evidente de forma inmediata. Hoy tenemos más preguntas que certezas y no tenemos datos o estudios que nos permitan un análisis para reaccionar.
¿Está la institucionalidad nacional e internacional preparada para enfrentar decisiones unilaterales? ¿Los TLC pueden servir como un marco legal efectivo para proteger a los países afectados? ¿Prevalecerán los imperativos políticos de cada nación, dificultando una respuesta coordinada, o existe la posibilidad de una acción conjunta? ¿Es viable esperar que el apoyo político interno en EE.UU. se debilite ante el impacto de sus propias medidas de confrontación?
Ante estas interrogantes, nuestro país debe incentivar una mayor formación de expertos y un análisis profundo de las relaciones internacionales. La capacidad de responder a decisiones unilaterales depende no solo de la solidez de la institucionalidad internacional, sino también de la preparación y estrategia de cada país.
Dorotea López
Directora del Instituto de Estudios Internacionales de la U. de Chile
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