Ucrania es la punta del iceberg
Por Gonzalo Valdés, director ejecutivo del Centro de Políticas Públicas UNAB
La situación en Ucrania es crítica, y en el corto plazo es muy difícil predecir qué pasará. Pero sí sabemos que detrás de la invasión hay cambios geopolíticos de gran inercia, que durarán muchos años. El orden mundial está cambiando.
Hace 50 años, Henry Kissinger visitó China en secreto. Creía que las relaciones entre China y Rusia eran tensas y que incorporar al país asiático al comercio internacional podría -además de beneficiar a ambos países- presionar indirectamente a la Unión Soviética. Tuvo razón: Nixon firmó un tratado con Mao, y el crecimiento económico logrado permitió que los soviéticos no pudieran mantener el ritmo de gasto en armamento.
Hoy vivimos la situación contraria: China ha continuado creciendo y Estados Unidos ha perdido su posición de líder absoluto. Rusia es hoy un factor de desbalance a favor de China: el apoyo chino permite que Rusia use su fuerza militar y presione a Estados Unidos en un momento en que su posición de deuda y economía se encuentran debilitadas.
El nuevo protagonismo de Rusia no se debe al liderazgo de Vladimir Putin; es la debilidad de Estados Unidos lo que permite que sea estratégico para Rusia imponer su posición por la fuerza. Si Estados Unidos mantuviera su posición hegemónica, Ucrania jamás hubiera sido invadida. Veamos por qué.
Rusia dice invadir Ucrania porque teme que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) instale misiles nucleares en su frontera y a corta distancia de su capital. Sin embargo, la OTAN se ha expandido en numerosas olas y esta es la única en que Rusia invade preventivamente a un país interesado en unirse. La última gran expansión fue el año 2004, en que se anexaron países bálticos y de Europa del Este -territorios que alguna vez fueron parte de la Unión Soviética.
En contraste, desde el 2014 se han registrado actividades bélicas rusas de alto impacto y bajo costo en la esfera internacional: la adhesión de Crimea (2014), el apoyo al régimen Sirio (2015), y el envío de tropas de paz a Kazajstán (2022).
El liderazgo unipolar estadounidense de los 90 difícilmente durará y presionar para mantenerlo solo traerá más tensiones. Por suerte, existen alternativas realistas en que cambia el equilibrio de fuerzas evitando la guerra.
Hoy la OTAN es un acuerdo militar y no político, lo que impide implementar políticas conjuntas de forma preventiva. En contraposición, Estados Unidos podría sumar avanzar hacia una unión política con países que comparten sus valores. Tres alternativas saltan a la vista. Un bloque en que participen países ricos de origen anglosajón (Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido, Irlanda y Canadá) podría demorar la supremacía económica China varias décadas. Sumar a la India a lo anterior -e incentivar que las compañías americanas se muevan desde China a India- generaría la alianza más populosa del mundo y China dejaría de ser “la fábrica del mundo”. Incluir a Europa en una alianza política devolvería al mundo occidental el potencial económico relativo que tenía Estados Unidos en 1950, con su poder de decidir reglas. Para que estas iniciativas prosperen se requiere que los estadounidenses reconozcan que perdieron su lugar privilegiado; difícil, pero no imposible.
China podría mantener el rumbo e influir en países emergentes a través de sus inversiones, o crear su propio sistema de alianzas. Debido a las sanciones por invadir Ucrania, Rusia tiene ante sí un desafío económico colosal, y quizás una alianza de largo alcance con China ya está en desarrollo.
Ucrania es la punta del iceberg que significa la reorganización del poder en el plano internacional. Esperemos que nuestras autoridades ya hayan definido una estrategia acorde a la magnitud del desafío.
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