¿Un Brexit criollo?

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En abril, la Cámara de Diputados deberá tomar una decisión trascendente: aprobar o rechazar el Tratado de Libre Comercio Transpacífico (CPTPP). Se trata de un esquema de integración, que abarca a 502 millones de personas de 11 países del Asia Pacífico, que representan el 13% de la economía global. Abarca materias como comercio de servicios, compras públicas, comercio electrónico, eliminación de distorsión de comercio, homologación de normas, medio ambiente, estándares laborales, apoyo a las Pymes. Es un acuerdo de última generación, similar a los que el Parlamento aprobó con Uruguay y Argentina, y al que se ha suscrito con Brasil.

El gobierno de Trump se retiró del CPTPP, pero el entendimiento entre los otros 11 países firmantes siguió adelante, entre ellos, Perú y México. Se negoció y firmó durante el gobierno de Michelle Bachelet, consultando a los principales actores económicos, laborales y sociales. Así se fortalece el papel de Chile como plataforma hacia el Asia Pacífico, la región de mayor crecimiento económico. El CPTPP profundiza los tratados que Chile ya tiene con países del Asia Pacífico, al incorporar alrededor de 3.000 nuevas oportunidades para productos chilenos.

Cada país se compromete a -con estándares de protección ambiental- combatir la pesca ilegal, cuidar la conservación de los recursos pesqueros, controlar el tráfico de animales silvestres, la tala ilegal de árboles y las sustancias que agoten la capa de ozono, y prevenir la contaminación de los mares.

El CPTPP no modifica el régimen jurídico nacional en materia de medicamentos, ni altera sus precios. Tampoco incide en el estatuto de las semillas, según lo establecido en los convenios UPOV ya aprobados por Chile. Ni cambia la regulación actual de Internet, resguardando los derechos de autor.

El tratado ya ha sido aprobado por los parlamentos de Australia, Nueva Zelandia, Canadá, Vietnam, Japón, México y Singapur.

Resulta inquietante que se haya formado una especie de "frente del rechazo", en especial por parte de sectores de izquierda. En un mundo global hay dos alternativas: se apuesta por un comercio regulado, según normas convenidas, o rige la ley del más fuerte. No se entiende que algunos adhieran a posturas nacionalistas y apuesten por un mercado sin reglas a lo Trump: o como en el período de la dictadura, en que se bajaban los aranceles sin ninguna contraprestación.

Está en juego la forma exitosa en que Chile se ha insertado en el mundo desde el retorno a la democracia. Al borde del precipicio, los diputados se pueden dejar llevar por la misma fuerza que indujo a los británicos a votar por el Brexit, destapando una Caja de Pandora, cuyas consecuencias sufren hasta ahora.

Un rechazo al CPTPP no puede fundarse en una crítica a la política exterior del actual gobierno. No se pueden anteponer rencillas coyunturales al interés permanente del país.

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