Un cable a tierra

Marcel en el Congreso


Por Juan Carvajal, periodista y ex director de la Secom

Probablemente nadie pensó que sería fácil hacerse cargo de un gobierno lleno de demandas y con una ciudadanía colmada de expectativas de cambio. Eso es tan cierto como que es probable que no muchos hayan pensado que sería tan difícil gobernar un país donde los innumerables “lomos de toro” harán complejo el tránsito hacia el destino de este “nuevo ciclo”. Para ser claros, el Presidente Boric asumió con la convicción y la voluntad de implementar un programa ambicioso de transformaciones que contiene señales simbólicas de cambios y ejes estructurales de desigualdad, como las pensiones, la paridad de género, una escala de sueldos mínimamente digna, y la instrucción a sus ministros de que espera que su gobierno sea ciudadano y en terreno. Es un escenario de sobreexposición física, donde no hay espacio para improvisaciones e inexperiencia. En este contexto, los equipos de asesores y avanzadas políticas, logísticas y de seguridad, están llamados a dar garantías de profesionalismo y efectividad para anticipar posibles conflictos y situaciones adversas, evitando bochornos e imprevistos que se tomen la agenda noticiosa; y la estructura comunicacional obligada a generar épica, sintonía argumental e imaginar un diseño que dé coherencia y sentido a los pasos y anuncios gubernamentales.

Pero la dura realidad avanza más rápido y ya comienza a expresarse en todos los planos. En Plaza Italia, donde el sector más radical de la izquierda busca continuar con sus manifestaciones de los viernes; en el Congreso, donde parlamentarios oficialistas levantaron un nuevo retiro (el quinto) de ahorros previsionales en contra de lo expresado por el nuevo gobierno; en el plano económico, con un ministro de Hacienda que busca apaciguar a un inquieto empresariado, para buscar los acuerdos que permitan viabilizar la Reforma Tributaria que buscará recaudar el 5% del PIB en los próximos años y un sueldo mínimo que alcanzaría los $400 mil este año para llegar a $500 mil al término del actual mandato, además de la reducción de la jornada laboral a 40 horas.

Con un Congreso dividido, con alta dispersión de fuerzas -en particular en la Cámara Baja, donde cada voto resultará fundamental-, con una Convención Constitucional que va dejando en el camino más dudas que certezas y con una impactada ministra del Interior -cartera en donde están radicados conflictos que requieren de urgente solución- sería sensato asumir que la autoridad puede parecer cercana, pero nunca será un igual. La lectura de que las cosas podrían ser distintas y más fáciles solo porque hoy gobiernan quienes estuvieron antes en las calles es un error estratégico y los nuevos inquilinos de La Moneda debieran corregir esta idea rápido para impedir que la aguja del 50% de aprobación que arrojó la reciente encuesta Cadem fluctúe hacia la baja en la percepción ciudadana. Es urgente lanzar un cable a tierra.

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