Un riesgo de desastres que nadie previó
Por Fabiola Barrenechea, directora del Observatorio en Gestión de Riesgo de Desastres de la Universidad Bernardo O’Higgins
Hace años que Naciones Unidas viene hablando sobre la importancia de estar preparados para situaciones de desastres, realizando plataformas cada dos años (regionales o globales), donde se discuten y entregan los lineamientos que deben seguir los países signatarios de los tratados, a fin de aumentar la resiliencia en las comunidades.
Por su parte, nuestro país ha realizado grandes esfuerzos en educar a la población en cómo reaccionar frente a terremotos en los cuales no se puede estar de pie, se han hechos planes de emergencias en varias comunas del país, se han definidos vías de evacuación frente tsumani, campañas de prevención de incendios forestales, Plan Invierno y una serie de simulacros y simulaciones. Todo lo anterior para poder reducir los impactos de los desastres en Chile, los que cada año se llevan cerca del 1,2% del PIB anual en acciones de respuesta y rehabilitación.
Sin embargo, nadie previó un desastre de origen biológico como el que estamos viviendo. Más de 300.000 fallecidos y millones de infectados a nivel mundial han puesto a prueba todas las estrategias nacionales para hacer frente a la pandemia. Las economías locales están en jaque y la “normalidad” de la vida no se logra vislumbrar. Tanto es así, que este tipo de desastres significó declarar estado de catástrofe para su control.
Se entiende que los desastres tienen diferentes tipos de niveles, dependiendo de los impactos y los recursos que se requieren para atenderlos: una emergencia es una situación que afecta solo al nivel comunal, donde el municipio, con medios propios, puede atender y superar la emergencia; una emergencia se convierte en desastre cuando la comuna ya no puede superar por si sola la emergencia y requiere de la ayuda del nivel regional y, un desastre se convierte en catástrofe cuando se requiere de la ayuda del nivel nacional e internacional para superar el desastre.
Actualmente, Chile se encuentra en situación de catástrofe, pero frente a este desastre, ningún país tiene, actualmente, los medios para dar por superada la situación y poder prestar ayuda a otros Estados. La Organización Mundial de la Salud (OMS) se limita a dar indicaciones sobre el manejo de la pandemia, pero no ha podido encontrar el remedio de esta enfermedad.
El Covid-19 (coronavirus) hasta el momento, está ganado la batalla, dejando en evidencia la precariedad de los servicios asistenciales en la mayoría del país, demostrando una vez más que no estamos preparados para situaciones complejas de desastres. Somos referencia mundial en construcción y resiliencia a los terremotos, uno de los eventos más destructivos de la naturaleza, pero no hemos sido capaces de controlar un virus.
Si consideramos que muchas personas no han asumido la gravedad de este desastre, el panorama no se ve mucho mejor. Llevó años de lamentables experiencias para que una parte importante de la comunidad (y las autoridades) entendiera cómo actuar frente a terremotos y tsunamis, que vivir bajo la cota 30m en las zonas costeras implica alto riesgo, que las zonas de peligro volcánico no se deben habitar y que construir en los conos de deyección en la zona precordillerana es signo de exposición a un aluvión. Si siendo todos estos riesgos de desastres absolutamente perceptibles y de alto impacto, aun hay personas que insisten en exponerse a ellos, tendremos que pensar que deberán morir miles de personas antes de que se tome la real conciencia que esta pandemia requiere.
Por ahora, solo queda esperar que las autoridades entiendan que este tipo de desastres de origen biológico, también debe convocar al Sistema Nacional de Protección Civil (SNPC), y que el uso escalonado de recursos puede y debe aplicarse para poner a disposición todas las capacidades que existen en el mismo. Si bien, el Ministerio de Salud es el organismo competente en el control de la pandemia, el SNPC convoca todos los otros organismos que deben participar en el control de los impactos ya sean económicos, educacionales o entrega de servicios básicos.
Sin esta mirada integradora de las capacidades y el SNPC, será muy difícil poder superar este desastre.
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