Un sueño para Chile
"Las políticas públicas deben ser una combinación virtuosa entre la buena política y la técnica, pero con un objetivo definido y declarado: mejorar la calidad de vida de los chilenos. Esta concepción basal debe incorporar elementos que son esenciales para el desarrollo de la sociedad".
Desde niños crecimos desarrollando ilusiones y sueños. Mirando a mis hijas e hijos, pero más allá, a las niñas y niños de Chile, me hago la pregunta: ¿qué país queremos entregarles a ellas y ellos? La exploración del mundo que teníamos ante nuestros ojos en la infancia y juventud se combinaba con proyectos, muchos de ellos difíciles de alcanzar: ser un gran futbolista, un actor, un cantante, un artista o un empresario. Esa pasión original que tenemos todos los seres humanos debe convertirse en el gran motor que trascienda la juventud y nos convierta -ahora no solo a nivel individual, sino como sociedad- en lo que potencialmente podemos llegar a ser.
Es indudable que enfrentamos obstáculos en este camino hacia cumplir nuestras metas. A nivel personal, quizás el primero pase por ese proceso de crecimiento ineludible que va derivando en la madurez y que es acompañado por aquellos que nos guían, apoyan y corrigen, generalmente la familia y los amigos. El segundo depende de factores externos: el ambiente en el que nos desarrollamos. El entorno condiciona nuestra vida y a temprana edad es poco lo que podemos hacer para cambiarlo.
Creo que este es el gran desafío que tenemos hoy como país. Al mirar a nuestros hijos y, con mayor atención, a las niñas y niños de Chile, no podemos dejar de preguntarnos, ¿qué país queremos dejarles como legado? En otras palabras: ¿qué haremos por mejorar el entorno social y económico de las próximas generaciones para que puedan desarrollar su máximo potencial?
El contar con un ambiente propicio para desarrollar los sueños y aspiraciones debiera ser un anhelo de toda sociedad. Una construida sobre la base de verdadera igualdad de oportunidades, que sea una realidad para todos los chilenos, independientemente de su origen geográfico, social, económico o su género.
Hoy la gran discusión que toma la agenda pública es cuánta política o cuánta “técnica” poner en las soluciones que necesitamos. Y quizás el problema de fondo radica justamente en esta discusión maniquea. Es un hecho que tanto la política como la “técnica” -aplicada a las soluciones económicas y sociales- fueron olvidándose de su objetivo final. El desarrollo incipiente que emprendió el país -exitoso, por cierto- fue separando a los hacedores de políticas públicas de los que eran impactados por sus decisiones. Dicho de otra manera, tanto la política como la técnica perdieron de vista a las personas. Y es exactamente esto lo que debemos recuperar.
Las políticas públicas deben ser una combinación virtuosa entre la buena política y la técnica, pero con un objetivo definido y declarado: mejorar la calidad de vida de los chilenos. Esta concepción basal debe incorporar elementos que son esenciales para el desarrollo de la sociedad. Uno de ellos es el rol que tiene la familia como eje articulador en temas valóricos y principios basados en el cariño, respeto y esfuerzo por desarrollar su vida aportando al bien común.
Otro elemento fundamental es el acceso a educación de calidad, a servicios de salud que garanticen estándares mínimos para todos, vivienda digna urbana y rural, un sistema de pensiones que dé dignidad y seguridad a los pensionados. Es esencial, además, desarrollar un mercado laboral -asalariado e independiente- amplio, que permita la variedad y flexibilidad y que se acomode al estilo de vida que cada elija.
Una mejor sociedad necesita de espacios privados y públicos seguros, en que nadie sienta temor de recorrerlos de día y o de noche, porque existe un Estado de derecho que rige en todas las regiones y se fomenta el respeto por la integridad de las personas. Un transporte urbano y rural eficiente que permita una buena conectividad a sus habitantes. Un desarrollo sustentable que permita el florecimiento de la actividad empresarial, pero que vaya de la mano con el cuidado del medio ambiente y la sostenibilidad social y económica.
Si queremos entregarles a los niños y niñas de Chile un mejor país, todos los que tenemos una posición de liderazgo tenemos que comenzar a trabajar ahora por un nuevo acuerdo, un nuevo pacto social. Uno que evite soluciones cortoplacistas o confunda el foco en las personas con el clientelismo. Los problemas complejos requieren soluciones de largo plazo, las que exigen esfuerzo conjunto. Necesitamos reformular nuestra política en educación, salud, pensiones, vivienda, infraestructura urbana, rural y logística, emprendimiento y seguridad ciudadana.
Un nuevo pacto social, basado en instituciones que gocen de legitimidad ciudadana y que recluten a las y los mejores. Un país donde nos tenemos confianza, y en que el genuino interés por el otro, el respeto, el afecto y la alegría nos caracterizan como nación. Tengo un sueño: dejarles un mejor país a nuestros hijos del que recibimos de nuestros padres.