Un triste aniversario
Señor director:
A un año de las masivas intoxicaciones en la zona de Quintero-Puchuncaví, volver la mirada nuevamente a esta zona de sacrificio se vuelve a convertir en una bofetada para la dignidad, la salud y hasta la vida misma de miles de compatriotas.
Quintero-Puchuncaví soporta desde hace décadas un terremoto grado ocho en afectación medioambiental, pero gobiernos de distinto signo político y empresas (varias de ellas estatales) han decidido que miles de chilenos vivan en condiciones que nadie debiera soportar.
El tsunami contaminante de la zona lleva décadas, cuando estudios de inicios de los '80 ya advertían altas concentraciones de arsénico. Hoy, la situación sigue igual y recientes investigaciones confirman su presencia en pelo y uñas de los niños de la zona.
"Nosotros no somos el futuro de Chile, porque nos van a matar lueguito", dijo de manera cruda una niña de 12 años en un reciente estudio de la Defensoría de la Niñez al expresar cómo veía su propia vida en esta zona.
Mientras el 40% de la energía eléctrica de Chile se genera gracias al carbón que quemamos y que contribuye de manera acelerada a la intensificación de la crisis climática que enfrentamos, miles de chilenos, especialmente niños, siguen al final de la fila en las zonas de sacrificio.
Chile está en condiciones para dar un salto relevante en uso de energías renovables y dejar atrás el uso del carbón, elemento más propio de la Revolución Industrial que de las enormes oportunidades que ofrece el país.
El objetivo es simple: que los niños de Quintero-Puchuncaví sean los primeros de la fila en la protección de sus derechos medioambientales y no los primeros en la lista de los servicios de urgencia, reclamando atención por las intoxicaciones que deben soportar.
Matías Asun
Director nacional de Greenpeace en Chile
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