Una decisión que revive la amenaza nuclear

FILE PHOTO: Victory Day Parade in Moscow
REUTERS/Evgenia Novozhenina/File Photo


El martes de la semana pasada y a días de cumplirse un año de la guerra en Ucrania, el presidente ruso Vladimir Putin anunció la suspensión del tratado New Start, el último pacto de su tipo sobre control de armamento nuclear entre Rusia y Estados Unidos. El acuerdo, que fue firmado en 2010, como parte de la estrategia de Barack Obama para reiniciar las relaciones entre ambos países, tras años de tensiones, limita el número de cabezas nucleares operativas que puede tener cada uno de los países a 1.550 y a 700 los lanzadores. Además, establece inspecciones periódicas de ambas partes para verificar el cumplimiento de los límites fijados. Actualmente, según las cifras oficiales, Washington cuenta con 1.420 ojivas nucleares activas y Moscú con 1.549, sólo una bajo el límite.

La decisión del mandatario ruso despertó una inmediata condena internacional, considerando además que entre Estados Unidos y Rusia concentran cerca del 90% de todo el arsenal nuclear del mundo. Pero en realidad, el anuncio de Putin sólo vino a transparentar una situación que en los hechos se venía produciendo hace años, la ineficacia del acuerdo firmado. En 2020, el entonces presidente de Estados Unidos Donald Trump había asegurado que si era reelegido no prorrogaría el acuerdo –lo que debía hacerse a los diez años de su entrada en vigor-, y si bien tras asumir el actual mandatario estadounidense y su par ruso acordaron extenderlo hasta 2026, en los hechos desde el inicio de la pandemia los encuentros y revisiones periódicas no se habían llevado a cabo.

Pero indudablemente –y más allá de las debilidades que presentaba el acuerdo- que una de las partes anuncie oficialmente su decisión de marginarse o al menos suspender su participación en él no sólo es grave, sino que despierta aún más inquietud en el actual escenario mundial, con una guerra en Europa sin un horizonte de solución claro. Además, devuelve al mundo a lógicas que parecían haber quedado en el pasado tras el fin de la Guerra Fría. Caer en una nueva escalada nuclear, con el riesgo de un Armagedón, como señalaba el propio mandatario estadounidense sólo horas después del anuncio de su par ruso, es nuevamente una posibilidad real. El propio Putin anunció sólo un día después del anuncio que trabajaría para reforzar el arsenal nuclear de Rusia.

El mandatario ruso se ha caracterizado en el último tiempo por recurrir a la carta nuclear para amenazar a la Otan e intentar disuadirla de mantener su apoyo militar a Ucrania. Un recurso que hasta ahora se ha limitado al ámbito discursivo, pero Occidente no puede bajar la guardia ni confiarse en que Putin no recurrirá eventualmente a su arsenal nuclear si se ve acorralado. Por ello, si bien es importante no agotar los esfuerzos para lograr que vuelva a los marcos del acuerdo –el hecho de que haya optado por “suspender” su participación y no retirarse da espacio para ello- EE.UU. y Europa deben asumir también que la nueva realidad impuesta por Rusia obliga a reforzar sus sistemas de defensa antimisiles y, eventualmente, a actualizar sus propios arsenales nucleares.

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