Una nueva oportunidad para la política
La conmemoración de un nuevo aniversario patrio tiene lugar justo cuando el país parece haber entrado a una nueva etapa, ello tras el plebiscito que tuvo lugar a comienzos de este mes, donde una apabullante mayoría rechazó el proyecto maximalista que propuso la Convención Constitucional. Su efecto más inmediato -además de forzar al gobierno a dar un giro hacia una mayor moderación, motivando un rediseño del gabinete- es que logró atenuar las consignas refundacionales y abrió espacio a una mayor mesura, algo que parecía inimaginable en una sociedad que ha sido tan marcada por el conflicto social y la crispación.
Por supuesto tomará tiempo para decantar en toda su dimensión el alcance de estos resultados, pero algo que parece evidente es que la sociedad quiso dar una señal clara: los cambios son necesarios, pero no a cualquier costo, lo que supone una revalorización de la estabilidad y a la vez un mandato para encauzar los procesos de reforma de una manera más racional, alejada de los maximalismos.
Ciertamente hay una enorme ganancia para el país cuando la ciudadanía en forma tan mayoritaria vuelve a depositar la confianza en las instituciones y le da el beneficio de la duda a los parlamentarios y a los partidos para continuar con un nuevo proceso constituyente, considerando que en el proceso anterior la inmensa mayoría había optado por excluirlos, escogiendo en cambio una convención íntegramente electa.
El que la voz de los partidos de centroderecha haya vuelto a ser validada también es un efecto favorable, pues permite que el sistema político cuente con contrapesos más efectivos; este sector, a su vez, parece haber comprendido finalmente la importancia de contar con una nueva Constitución, y está de hecho participando de un nuevo proceso, algo que por décadas bloqueó. A su vez, voces de la centroizquierda, antes eclipsadas por las posturas más radicalizadas de la izquierda, también han experimentado un saludable resurgimiento con ocasión de este referéndum.
Todo esto habla de que el país debería estar ahora en un mejor pie respecto a la realidad que se vivía hace solo cuestión de semanas, abriendo una oportunidad inmejorable para que los enormes desafíos que el país tiene por delante puedan ser discutidos en un clima distinto, mucho más constructivo, y donde la buena política tenga la oportunidad de reivindicarse.
En el horizonte no solo está como tarea inmediata abocarse a un nuevo proceso constituyente que contribuya a dar certezas y no abra más inestabilidad; también se avecina un preocupante escenario económico, marcado por una previsible recesión que además seguirá cargando por un buen tiempo con los efectos de una rebelde inflación. El gobierno, por su parte, y tal como lo ha dicho el Mandatario, no ha renunciado a su programa de profundas transformaciones, todo lo cual representará una exigente prueba para el sistema político, donde el oficialismo deberá ser capaz de mostrar importantes grados de flexibilidad y realismo, en tanto que la oposición habrá de actuar con generosidad y sin buscar ventajas cortoplacistas.
Parece haber ahora mejores condiciones para lograr el objetivo de poder debatir una amplitud de temas en un clima más propositivo y sin la carga refundacional, ante lo que cabe esperar que la política sepa estar a la altura y no defraude la confianza que la ciudadanía ha vuelto a poner en ella.
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