Una oportunidad para asegurar calidad en educación superior
Por Magdalena Vergara, directora ejecutiva de Acción Educar
Recientemente, la Comisión Nacional de Acreditación (CNA) cerró el proceso de consulta de los criterios y estándares de acreditación que debe elaborar. Dentro del proceso, realizó una serie de talleres en los que participaron las instituciones a través de sus vicerrectores, directores de programas y otros académicos, donde se pudieron discutir los distintos documentos presentados por la institución. A partir de la experiencia de estos talleres, es posible hacer dos grandes conclusiones: la primera, el recibimiento positivo y valorado por parte de las instituciones de la posibilidad de participar del proceso. Lo segundo, el consenso que existe entre las distintas instituciones sobre las críticas más sustantivas de la propuesta que entregó la CNA y desde las cuales es posible delinear cierta mirada del sistema de aseguramiento al que debiéramos aspirar.
La mayor preocupación que surge entre los planteles es la afectación a la autonomía y diversidad institucional que conlleva la propuesta, lo cual es contrario a lo que siempre se ha valorado de nuestro sistema. Si bien esto responde a cuestiones de fondo -reflexión que es fundamental tener-, tiene consecuencias prácticas importantes en el quehacer de las instituciones que determinan la posibilidad de desarrollo, mejora y resiliencia de nuestro sistema; ello, en cuanto se definen medidas que rigidizan fuertemente el actuar de las IES.
La propuesta para la acreditación de magíster y doctorados es un buen reflejo de este problema. Los criterios y estándares definen exigencias -para todos por igual- respecto del número de académicos que deben conformar los claustros y ciertas características de los mismos, el nivel de productividad de los académicos y los estudiantes, el número de líneas investigativas que debe tener el programa (asociando que una mayor cantidad es sinónimo de calidad), entre otras cosas. Lo anterior no solo pasa a llevar de forma importante que la propia institución defina de forma autónoma el tipo de programa que quiere desarrollar, sus objetivos, perfil de egreso de sus estudiantes, líneas a desarrollar, etc; sino que limita fuertemente la posibilidad de crear nuevos programas e innovar en la creación de otros distintos. Por ejemplo, el incipiente desarrollo de programas profesionalizantes en nuestro país. La propuesta, si bien hace un intento, no logra atender a las particularidades propias de estos programas que son distintas a los más tradicionales y académicos.
De igual manera ocurre de forma transversal en los diversos documentos presentados, el énfasis en la formalidad y los procesos, los que además para alcanzar la excelencia deben ser aplicados de forma sistemática, desvaloran los procesos internos y desincentivan la búsqueda y la innovación de nuevas maneras para mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje. Los indicadores cuantitativos preconcebidos, generan incentivos negativos y afectan al desarrollo de programas diversos en la medida que tienden a la homogeneización.
Si bien la tarea de la CNA no es fácil, hay caminos que se pueden recorrer y dan luces de cómo avanzar. En primer lugar, aprovechar y fortalecer la participación de las instituciones, atendiendo a su experiencia y mirada experta respecto del funcionamiento de las IES, comprendiendo que los criterios y estándares debieran surgir de una visión compartida respecto de qué entendemos por calidad. Luego, mirar los sistemas comparados, tanto Europa como EE.UU. han sabido desarrollar sistemas robustos de aseguramiento de la calidad capaces de poner en el centro la mejora de los procesos de enseñanza y aprendizaje, respetando y valorando la diversidad de las instituciones. Por último, atender al margen de discrecionalidad que entrega la propia ley y que permite una interpretación más comprensiva de los criterios y estándares, que respeta la autonomía de las instituciones y promueve su mejora.
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