Una realidad incómoda

SEÑOR DIRECTOR:
El segundo episodio de la serie Adolescencia, disponible en Netflix, expone una realidad incómoda: en muchos contextos vulnerables, la escuela es la única presencia tangible del Estado en la vida de niños, niñas y adolescentes. Cuando el entorno familiar es frágil y los servicios públicos no responden a las necesidades de territorios precarizados, el aula puede convertirse -con o sin intención- en un espacio de contención emocional y social, en una instancia de diagnóstico temprano y en una barrera para prevenir o interrumpir trayectorias delictivas incipientes.
Jamie, el protagonista de la serie, no cae del cielo ni del infierno: cae de un sistema que no supo -o no quiso- mirar. La escuela que lo recibió no logró identificar sus señales de riesgo y, cuando reaccionó, lo hizo tarde y con torpeza. Este caso ficticio refleja una realidad persistente: el abandono estatal no siempre se evidencia en la calle, también puede ocurrir dentro de la escuela.
La evidencia empírica muestra que la protección de las trayectorias escolares puede reducir la incidencia delictiva juvenil. Pero para ello, la escuela debe asumir un rol activo como agente de cuidado y protección, de vínculo y reparación. ¿Estamos preparados para esa tarea? ¿O seguiremos culpando a los jóvenes por habitar un Estado que les da la espalda?
Mahia Saracostti
Directora Cátedra Unesco Bienestar de la Niñez y Juventud, Educación y Sociedad. Profesora titular Trabajo Social, Universidad de Chile
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