Una restricción vehicular sin sentido
Limitar la circulación de vehículos en la Región Metropolitana en el actual contexto de pandemia no solo tiene escaso efecto desde el punto ambiental, sino que atenta contra los objetivos sanitarios de bajar la circulación viral.
Sorpresa causó a muchos santiaguinos el anuncio de que a contar del 1 de mayo -y hasta el 31 de agosto- se aplicaría la restricción vehicular permanente a todos aquellos vehículos con sello verde con fecha de inscripción anterior a septiembre de 2011.
La medida viene aplicándose regularmente desde hace algunos años, y forma parte de la batería de herramientas de que dispone la autoridad medioambiental para efectos de llevar a cabo su programa de descontaminación para la Región Metropolitana. Desde luego son los meses más fríos donde se produce una mayor concentración de material particulado, y es en dicho período donde una medida así adquiere justificación.
Sin embargo, el cuadro excepcional por el que atraviesa buena parte del país producto de la pandemia, que se ha traducido en extensas cuarentenas, una paralización significativa de la actividad comercial-industrial y una caída en los desplazamientos de las personas, hacen que una medida pensada para tiempos normales lleva a que decretar ahora la restricción vehicular resulte totalmente desacertado y contrario a los propios objetivos sanitarios que se ha trazado la autoridad de Salud.
Cabe no perder de vista que la RM viene saliendo de una cuarentena que se prolongó por un mes, en donde solo un puñado de comunas -la mayoría del sector oriente- ha logrado pasar a Fase 2, por lo que la mayor parte sigue confinada. Parece cuando menos discutible que la circulación de vehículos esté incidiendo en este momento significativamente en los índices de contaminación típicos de esta fecha -tampoco hay grandes focos de congestión de tránsito-, pudiendo justificarse solo en caso de una emergencia ambiental, en que se requiera bajar drásticamente los índices de contaminantes.
Pero probablemente el mayor riesgo se observa en el plano sanitario, especialmente en lo que toca al uso del transporte público. Aunque estudios recientes han revelado que las probabilidades de contagio en Metro y buses no son tan elevadas como inicialmente se preveía, es un hecho que en la medida que la circulación viral sigue siendo alta lo óptimo es no recargar los medios de transporte que utiliza la mayoría de la población. Esto revela una falta de coordinación entre las autoridades de Salud y Medio Ambiente o bien la ausencia de una mirada más integral. El delicado momento sanitario -y sobre todo cuando el país se encuentra en la antesala de una jornada electoral muy significativa- exige evitar este tipo de pasos en falso.
Más allá de las consideraciones anteriores, la autoridad debe ser consciente que la población ya se encuentra sometida a un régimen de restricciones o prohibiciones sin precedentes, todo lo cual ha provocado una serie de trastornos tanto en el plano económico como en el ámbito de la salud mental, lo que obliga a un especial cuidado a la hora de seguir añadiendo nuevas limitaciones. Si las medidas dejan de hacer sentido a la ciudadanía, la probabilidad de incumplimiento o desafección es muy alta, lo que debe ser evitado.