“Unidos en el castigo”
SEÑOR DIRECTOR:
Muy acertada la columna de Josefina Araos, publicada el fin de semana sobre el “voto castigo” y lo complejo que significa el divorcio entre ciudadanía y clase política.
A diferencia de otros columnistas que hablan de una ciudadanía amnésica o bipolar, o que hablan de la ley del péndulo (como si eso explicara algo), ella señala (como un dato) que hay una fractura entre ambos polos y, al mismo tiempo, advierte lo riesgoso que dicha situación es para la democracia y las mejoras para las condiciones de vida de todos (y sobre todo, de los más desventajados).
El tema del “voto castigo” es consecuencia inevitable de lo que Gargarella ha denominado como “el chantaje del voto”. La participación efectiva del pueblo en la toma de decisiones es tan escasa que la única manera que tiene la ciudadanía para señalarle a una coalición de partidos que no está de acuerdo con lo que propugna, es votar por la contraria (sin que el sistema le dé al pueblo más posibilidades para incidir en la gestión de lo público).
Solo me distancio un poco de la columnista cuando intenta responder a su (excelente) pregunta: “¿Cómo escapar a este círculo vicioso?”.
No puedo sino reconocer que necesitamos gente con capacidad de renuncia y apertura, pero quisiera agregar que la raíz de la “bipolaridad” que afecta al electorado está en la estructura misma de la figura del Presidente de la República, sobre todo por la cantidad y magnitud de nombramientos que tiene bajo su esfera de dominación.
Y, agreguemos, ese mismo diseño explica el zigzagueo que acusa Claudio Alvarado R. en carta a su diario. Las incoherencias prácticas y/o discursivas del Presidente en ejercicio (que también pueden encontrarse en las presidencias anteriores) nacen de la aglutinación de 3 o 4 órganos (cada uno con sus propios incentivos) en un mismo cargo. El Presidente de la República es, a un mismo tiempo, jefe de Estado, jefe de Gobierno, jefe de la Administración del Estado y jefe de la coalición oficialista. Es la institucionalización de personalidades múltiples. No debiera, pues extrañar, que un día hable para unos y al día siguiente, para otros.
Mientras sigamos con un sistema presidencialista, estas patologías políticas permanecerán. O decidimos cambiarlo, o seguiremos luchando (infructuosamente) contra la ley de gravedad.
Eduardo Salinas Venegas
Abogado
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