Urgencia ante mayor presencia del narcotráfico

Un equipo de Labocar de Carabineros fue destinado para recopilar antecedentes en el lugar de los disparos. Foto: Mauricio Méndez / Agencia Uno.

Diversas señales están mostrando que la amenaza de este flagelo se está haciendo cada vez más evidente, lo que requiere respuestas contundentes para evitar que se replique la realidad de otros países.


Dos recientes incidentes en la capital asociados a ajustes de cuentas entre bandas narco -en los que producto de las balaceras fallecieron dos personas inocentes- han causado fuerte preocupación, pues permiten apreciar el grado de violencia con que estas bandas están operando.

El narcotráfico es una realidad que lleva décadas en nuestro país, pero en los últimos años se ha podido percibir una presencia cada vez mayor. Ello se refleja con nitidez en los llamados “funerales narco”, en los que campean los disparos como forma de intimidación; el lanzamiento de “fuegos artificiales”, ya sea para anunciar la llegada de droga o simplemente para desafiar a la autoridad, también se ha vuelto costumbre en ciertas zonas, y los ajustes de cuentas han dejado de ser situaciones aisladas.

Los decomisos de marihuana han experimentado un fuerte crecimiento, sobre todo de aquella proveniente de Colombia, que ha crecido en más de 700%; se han descubierto asimismo numerosos laboratorios clandestinos, y el país ya se ubica entre los primeros lugares de la región como puerto de embarque de droga a Europa y Oceanía. Recientes antecedentes sugieren que peligrosos carteles mexicanos podrían estar ya operando en Chile, lo que de comprobarse constituiría un hecho de especial preocupación, pues dichas bandas poseen alta capacidad para infiltrar, amedrentar o ajusticiar cruelmente y corromper.

Un dato que tampoco podría ignorarse es el explosivo aumento de las incautaciones de droga sintética, que de algo más de 2 mil dosis en 2010, para fines de 2019 sumaban más de 1,6 millones. Este incremento parece tener directo correlato con el aumento del consumo interno. Para el caso de las drogas sintéticas, dicha tasa ha subido más de 1.300% en los últimos años, observándose también un fuerte incremento en el consumo de marihuana. Tal como han advertido diversos expertos, nuestro país ha ido cambiado su perfil, desde un lugar de tránsito de drogas, hacia un polo de consumo y producción. Ello supone la necesidad de cambios profundos en la estrategia de combate al flagelo del narcotráfico, cuya dimensión debe ir más allá de lo policial, asumiéndolo también como un fenómeno de profundas dimensiones sociales.

Los datos son preocupantes, pero todavía no alcanzan la gravedad que se ha visto en otros países de la región. Pero ello no puede ser un consuelo. Las señales indican que Chile poco a poco va encaminándose hacia un escenario donde el narcotráfico constituye una amenaza para la seguridad del país, y el desafío que tiene la autoridad, el Congreso así como las policías y los estamentos judiciales, es impedir que se llegue a un escenario incontrolable. Los hechos que han conmovido a la opinión pública no deben pasar a un segundo plano, y deben motivar un cambio de actitud para que el combate al crimen organizado adquiera por fin la prioridad que ello demanda.

El proyecto de ley que acaba de anunciar el gobierno en orden a fortalecer las herramientas para el combate al crimen organizado -poniendo al día la tipificación de la asociación ilícita e incorporando instrumentos investigativos que han resultado exitosos, como el uso de agentes encubiertos- es un importante paso, pero que no agota el desafío que se viene por delante.

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