Urgencia en la formación docente: Pasar del modo industrial al modo profesional
La semana pasada tuve el privilegio de estar en Londres en el lanzamiento del libro "World Class: How to builld a 21st Century System" de Andreas Schleicher, un físico alemán que en 1995 inició el esfuerzo de la OCDE por tener un Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (PISA) con el fin de entender, relevar y compartir las mejores prácticas que permiten a sistemas educativos desarrollar al máximo el potencial de sus estudiantes.
La prueba PISA se realiza cada tres años a estudiantes de 15 años en varios países del mundo. Se realizó por primera vez el año 2000 en 32 países y se aplicó a 250.000 estudiantes. En 2018 esta prueba se aplicó a más de 500.000 estudiantes en 80 países. En este camino de casi 20 años, Andreas Schleicher ha podido acompañar a más de 70 jefes de estado en el diseño e implementación de políticas educativas y, en este trabajo, se ha transformado en un connotado líder mundial en materias educacionales.
La conclusión que Andreas transmite luego de haber analizado mucha data de aprendizaje, encuestado a estudiantes, profesores y apoderados; y compartido aprendizajes con muchos expertos y jefes de estado es simple: La profesión docente debe salir del modo industrial y pasar a tener un carácter profesional.
¿A qué se refiere con esto? Con el fin de ampliar la cobertura escolar y de mejorar la fuerza de trabajo, el sistema escolar fue diseñado para que todos los estudiantes pudieran reproducir cierto tipo de contenido y manejar un cierto nivel de competencias, lo suficiente para emplearse.
Para lograr lo anterior se necesitaban profesores que pudieran producir un "producto similar". La formación docente fue orientada a que las personas en las salas de clases pudieran ejecutar fielmente lo que el nivel central decidiera. En Chile, al igual que en muchos otros países del mundo, la formación docente fue tomando un carácter masivo y en serie, con el fin de tener personas que puedan reproducir lo que un nivel central quiere, más que pensar y tomar decisiones incorporando las necesidades del ambiente y el contexto.
La pregunta que hace Andreas Schleicher es: ¿En qué profesión el ministro de turno dictamina lo que hacen los profesionales en terreno? ¿Se imagina a un ministro de Salud dictaminando lo que debe hacer cada doctor con sus pacientes, o se imaginan doctores dándoles el mismo remedio a todos sus pacientes? Bueno, eso es exactamente lo que está pasando en muchas de nuestras escuelas "inventadas en la era industrial, donde lo esperado era la estandarización y la conformidad, y donde lo más efectivo y eficiente era educar a estudiantes según lotes y entrenar a profesores, una vez, para siempre. El currículo era diseñado en la cúspide de la pirámide, desde donde nacía el material instruccional, muchas veces pasando por varios estamentos y líneas dentro del Estado, para luego ser implementadas por un profesor, en una escuela, en una clase en particular", como menciona Schleicher en la publicación.
En un mundo dinámico, que cambia rápida y constantemente, tener profesores que ejecutan gran parte de su día lo que personas diseñaron hace varios años en el nivel central ya no tiene ningún sentido. El modo industrial genera una estructura demasiado rígida para impulsar los cambios que se necesitan.
Necesitamos llevar la toma de decisiones hacia el lugar de impacto, ya que son los mismos equipos directivos y profesores los que, sumando toda la información del estudiante y su contexto, lograrán poder accionar lo mejor para el desarrollo y el futuro de los estudiantes.
Sin duda se necesita cierta regulación, fiscalización de estándares mínimos e investigación rigurosa y constante para entender dónde y cómo se produce el impacto, pero si no cambiamos estas estructuras industriales y centralizadas seguiremos tendiendo "estudiantes del siglo XXI, con profesores del siglo XX y programas del siglo XIX".
Si lo anterior es cierto, especial atención debieran tener la páginas del libro "World Class: How to builld a 21st Century System" referentes al desarrollo de líderes instruccionales y equipos directivos, la transición hacia adecuados niveles de autonomía y de cómo pasar de un sistema de rendición de cuentas administrativo a uno profesional (centrado en el aprendizaje de los estudiantes). Sin lo anterior, es imposible generar un adecuado nivel de confianza en un sistema educacional que lo pide a gritos.
¿Es esto un gran descubrimiento de Schleicher? En Chile la Encuesta a Directores que lleva haciendo la Universidad Diego Portales hace 5 años arroja los mismos resultados, esta vez dicho por los equipos directivos de los colegios de Chile. Incluso esta fue la propuesta principal que hizo Enseña Chile a los equipos programáticos de los candidatos presidenciales para la elección de 2017. Este año Acción Colectiva, un conglomerado de organizaciones de la sociedad civil, presentó una agenda educacional con cuatro prioridades. El fortalecimiento de capacidades a nivel local es una de ellas.
¿Y si hacemos de esto la agenda educacional para los próximos 10 años en Chile? Creo que sería la transformación que necesita nuestro sistema educacional.
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