Vacunados de súbito
Debemos esperar que la clase política global obre un milagro similar al de los científicos que crearon la vacuna y logren un acuerdo para una erradicación global del virus.
“Gradualmente, luego, de súbito”, respondió uno de los personajes de Ernest Hemingway cuando le preguntaron cómo había caído en bancarrota. Algunas voces argumentan que el término de esta pandemia podría ser similar.
Si bien a pocos meses del notable anuncio de la vacuna BioNTech/Pfizer y cuando comenzaban las inoculaciones, vimos cómo las fronteras volvían a cerrarse y las tasas de contagio y muerte superaban las de la primera ola, hay argumentos que proponen que la vuelta a la normalidad será gradual y de pronto, súbita.
Para entender esta lógica debemos deconstruir el problema y sus dinámicas. Primero, los efectos de las vacunas no son inmediatos. En general, requieren dos dosis, separadas por tres semanas y, una vez administradas, el sistema inmune demora un tiempo en responder. Así es como recién hace pocos días Zulema Riquelme, primera vacunada del país, cuenta con toda su protección.
Segundo, si bien varios países -notablemente Chile- han logrado implementar una rápida campaña de vacunación, aún quedan varios meses -años para algunos- para cubrir al 80% de su población, cifra que algunos científicos creen que podría producir inmunidad de rebaño. Sin embargo, la protección de grupos vulnerables tendría un gran impacto en las secuelas del virus, pues el 75% de los muertos por Covid son mayores de 65 años y muchos del 25% restante tienen factores de riesgo, como hipertensión, diabetes o enfermedades cardiovasculares. Este segmento más vulnerable a desarrollar Covid severo va desde el 20% de la población en lugares como Europa, 15% en Estados Unidos, cerca del 10% en Chile o China y apenas el 6% en India o el 3% en Kenia. Una vez vacunados, la gravedad del virus se reduciría drásticamente.
Tercero, el tiempo entre exposición al virus y la muerte por Covid es aproximadamente de mes y medio. En promedio, sus síntomas aparecen tras 4-5 días de incubación, a lo que siguen diez días hasta la hospitalización de cuidados intensivos. Una vez hospitalizados, los períodos varían mucho, pero en promedio aquellos dados de alta salen después de un par de semanas; entre los que no lo logran, la muerte llega en un poco más de un mes.
Cuarto, es probable que las restricciones se levanten en la medida que la población vulnerable se encuentre protegida, aumentando los contagios y la inmunidad entre aquellos menos susceptibles a los efectos graves del Covid, acercándonos más aún a la inmunidad de rebaño.
Quinto, producto de la presión en la carrera de los países por asegurarse dosis y resolver los problemas logísticos para su ejecución, hemos visto cómo la simpleza y cordura han vencido entuertos regulatorios o controles absurdos. Benjamin Netanyahu en Israel ya ha inoculado casi al 70% de la población, logro notable quizás explicado por su motivación para asegurarse la complicada reelección presidencial que enfrentará en marzo 2021. Una oportunidad de la que Trump seguramente se tiene que estar lamentando, pues Estados Unidos lidera la carrera global con 50 millones de dosis administradas.
Si Estados Unidos e Inglaterra -con el 15% y el 20% de vacunados- continúan mejorando su tasa diaria de vacunación, probablemente su población vulnerable recibirá dos dosis antes de fin de mes, por lo que debiésemos esperar un desplome en la tasa de mortalidad en abril. Notablemente Chile, a pesar de haber partido más tarde, se ha elevado entre los mejores países en el avance de la vacuna y cerca del 5% ya cuenta con una dosis. Contamos además con la ventaja que nuestra la proporción de personas vulnerables es la mitad o un tercio de la de Europa o Estados Unidos, por lo que pronto también podríamos ver caer radicalmente los números de fallecidos.
Pero no todo es color rosa. También se han levantado alarmas por la menor efectividad que podrían tener las vacunas sobre las variantes del virus, especialmente la detectada en Sudáfrica, además de las alertas sobre peligrosas dinámicas darwinianas en el periodo de transición durante el cual nuevas mutaciones más peligrosas tendrían el potencial de propagarse rápidamente.
Esta ansiedad y la perentoria recuperación económica global elevan las presiones en la carrera por librarse del virus. Las diferencias entre ganadores y perdedores hasta ahora han pasado por recursos y capacidad de ejecución: Canadá e Inglaterra cuentan con más de tres veces las vacunas necesarias para cubrir a su población, mientras otros en África o Sudamérica ni saben cuándo recibirán las suyas. El problema principal de una batalla asimétrica del virus es que el riesgo de mutaciones peligrosas en zonas desprotegidas puede arriesgar nuevas olas de contagio.
En el intertanto, podría ser que pasemos rápidamente a una normalidad parcial en donde nuevas olas de vacunaciones y temores resurjan cada cierto tiempo.
Por ahora, debemos esperar que la clase política global obre un milagro similar al de los científicos que crearon la vacuna y logren un acuerdo para una erradicación global del virus.
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