Vacunas y el uso del conocimiento en la sociedad

Vacuna


Por Pablo Paniagua, investigador senior de la Fundación para el Progreso

Ha comenzado el tan anhelado proceso de vacunación masiva de la población en Chile contra el virus SARS-CoV-2. El estado de ánimo y la emoción que ha generado la llegada de las vacunas ha sido encapsulado de forma genial por un adulto mayor en Viña del Mar cuando, en la primera jornada de vacunación masiva, declaró que la llegada de la vacuna era como esperar la llegada de la primavera.

Tras largos meses de encierro y privaciones, la llegada de las vacunas a Chile refleja aquella venida de la esperanza y de la primavera. Así, gracias a las buenas gestiones de la actual administración, el país ha logrado tener contratos con cuatro laboratorios productores de vacunas: Pfizer, Sinovac, AstraZeneca y Johnson & Johnson, logrando obtener dosis suficientes para asegurar la provisión para toda la población.

Ya han llegado 4 millones de dosis y se espera que durante este mes de febrero llegue el resto hasta completar alrededor de 10 millones. Si comparamos esta situación hoy con los puntos más graves de la pandemia en abril-mayo del año pasado, podemos sin duda decir que estamos ante la llegada del florecimiento. De esta forma, resulta importante entender por qué tenemos la tan ansiada primavera y una mejora significativa en el estado de ánimo de las personas y del comercio en general. Brevemente, veremos que existen dos grandes motivos por los cuales tenemos hoy vacunas en Chile.

Primero, debemos recordar que la creación de estas vacunas es un asombroso progreso médico que ha venido de la mano a su vez de grandes avances tecnológicos para reducir los tiempos de los ensayos clínicos y de los increíbles avances del análisis de los genomas humanos. De hecho, el haber conseguido desarrollar, evaluar y aprobar las vacunas Covid-19 en menos de un año es un triunfo rotundo de la ciencia y de las sociedades capitalistas modernas que la amparan y las sustentan con recursos y subvenciones. Se trata entonces de las primeras vacunas autorizadas que usan una tecnología radicalmente distinta y avanzada basada en el ARN (ácido ribonucleico).

Así las cosas, el éxito que vemos hoy en las vacunas es el producto directo tanto de la ciencia de base que lleva décadas investigando sobre vacunas basadas en ARN, como de la ciencia aplicada que se ha visto acelerada gracias a la fuerte inversión de recursos privados y estatales, nunca movilizados de esta manera, para reducir el tiempo de evaluación de los ensayos clínicos, aumentando el número de voluntarios involucrados.

Entonces, lo que parecía imposible un año antes, hoy es una realidad gracias a la combinación virtuosa de ciencia, recursos privados, recursos públicos y los avances tecnológicos que se desprenden de nuestra modernidad capitalista. Pareciera entonces que los últimos 30 años de desarrollo tecnológico de la humanidad valen mucho más que los famosos treinta pesos, aunque algunos sigan pateando piedras contra ellos.

Segundo, debemos entender las condiciones institucionales que han hecho el nacimiento de las vacunas posible de forma tan efectiva y en tan poco tiempo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), existen más de 50 vacunas que están siendo probadas en distintos ensayos clínicos y varias de ellas ya se encuentran disponibles y se están aplicando en varios países del mundo. Esta gran diversidad en la experimentación con distintas vacunas y con distintas formas de encontrar una solución ha ido de la mano con la gran diversidad en los principios y formas experimentales usados por los distintos laboratorios.

Lo clave es que detrás de este enorme esfuerzo existen tres fuerzas o condiciones clave que han podido generar este gran proceso de descubrimiento y creación de las vacunas: las fuerzas de la diversidad, el uso del conocimiento disperso en la sociedad y la fuerza creadora de la libre competencia. Cabe reconocer que detrás de la creación de la mayoría de las vacunas no ha estado un ente centralizador y monopolizador del conocimiento. No ha existido entonces un leviatán planificador central omnisciente y todopoderoso que haya dirigido la creación de las vacunas desde arriba. Más bien, la creación de las vacunas responde tanto a un desarrollo descentralizado de competencia en cuanto proceso de descubrimiento, que además ha involucrado el uso intenso y libre del conocimiento disperso en la comunidad científica.

La creación de las vacunas en particular y de los avances científicos en general responden, como bien lo advertía el científico liberal Michael Polanyi, a un proceso descentralizado (policéntrico) de orden científico, pero espontáneo, que es generado a través de la libre competencia científica y a través del uso y comunicación del conocimiento disperso en dicha comunidad. Ha sido en este contexto que una gran variedad de instituciones privadas, públicas, universidades y científicos se vieron involucrados en procesos de competencia y también de cooperación, con el objetivo de encontrar distintas soluciones a un mismo problema.

Por supuesto, estas ideas fueron generalizadas por el Premio Nobel de Economía F. A. Hayek en sus dos célebres ensayos: “El uso del conocimiento en la sociedad” (1945) y “La competencia como proceso de descubrimiento” (1968). En palabras del propio Hayek: “para la mente ingenua, que solo es capaz de concebir el orden como resultado de un arreglo deliberado, quizá parezca absurdo que, ante condiciones especialmente complejas, tanto el orden como su adaptación a lo desconocido puedan garantizarse más eficazmente a través de la decisión descentralizada; y también que la pluralidad de centros decisorios aumenta las posibilidades del orden general. Pero es innegable que la descentralización permite, de hecho, hacer uso de superiores cuotas de información”.

De esta forma, Hayek y las celebradas vacunas nos ayudan a recordar que, por razones similares a lo ocurrido con las mismas, un sistema basado en la libertad y la competencia, que asegure el plural control de los recursos y el conocimiento; es decir, un sistema liberal y democrático que permita a diversos actores la responsabilidad de determinar su uso, permiten aprovechar al máximo la dispersa información disponible en la sociedad. Para lograr todo esto se necesita, advierte Hayek, “garantizar simplemente la libertad personal y la propiedad privada”. Es de esperar que las hoy celebradas vacunas y la llegada de la “primavera” que esta poniendo fin a lo peor de la pandemia, nos ayuden nuevamente a recordar lo vitales que son la libertad individual, la competencia científica y mercantil y el uso del conocimiento en la sociedad para sostener una civilización no solo libre, sino que también inmune a plagas virales y colectivistas.

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