Venezuela: la democracia siniestrada
SEÑOR DIRECTOR:
Es un hito regresivo comenzar un nuevo gobierno, que se autoproclama transformador, rompiendo relaciones con los países de la región. Esta sobrerreacción de Nicolás Maduro, entendida desde un narcisismo político radical, reafirma las críticas que se hacen a su régimen y dejan en evidencia su falta de preocupación por las y los venezolanos en el extranjero, especialmente en los países vetados diplomáticamente.
La experiencia nos muestra que las democracias se fortalecen con el diálogo entre las posiciones políticas existentes y con la transparencia de sus procesos e instituciones. Terminar con la oposición nunca es un indicador de mayor gobernabilidad, aunque sí de más autoridad (que deviene en autoritarismo). Asimismo, no es sano que una democracia se mantenga de espaldas al mundo, en el cual hemos aprendido -especialmente después de la Segunda Guerra Mundial- que si nos observamos mutuamente con mirada crítica evitaremos los excesos del autoritarismo y la violación de los derechos humanos. ¡Cuántos excesos se evitarían con mayor rigor!
Nicolás Maduro insiste en ser el caudillo de un régimen cesarista que vulnera la democracia. Incluso cuando el proyecto político, que invocó y abrazó, se desvanece. Si Nicolás Maduro mantiene su actitud de confrontación intensa y progresiva -con enemigos íntimos y externos-, seguirá aislando al pueblo venezolano.
Como demócratas debemos estar atentos y no dejar que nuestras legítimas ideologías nos hagan perder la capacidad crítica. Es una lección para actuales y futuros proyectos de izquierda: ¡cuidar la democracia!
Carlos del Valle R.
Académico Universidad de La Frontera
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