Vida (más desigual) en pandemia

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Por Patricio Valenzuela, académico de Ingeniería Industrial e investigador Instituto Milenio MIPP, U. de Chile

El estallido social y la crisis sanitaria han dejado en evidencia una de las “pandemias sociales” más críticas en nuestro país: la desigualdad. Desigualdad que no se mitiga, sino que, por el contrario, en tiempos de confinamiento se exacerba.

Para comprender los canales a través de los cuales la pandemia está afectando la calidad de vida y la brecha de bienestar de los hogares en Chile, un grupo multidisciplinario de investigadores de la Universidad de Chile hemos elaborado el proyecto “Vida en Pandemia”. Para su realización, en una primera vuelta de cuatro realizada el mes de julio, se encuestó a 2.552 personas. El universo comprende hombres y mujeres mayores de 18 años, de diversos niveles socioeconómicos, que habitan en gran parte del territorio nacional, con y sin confinamiento.

Los primeros hallazgos indican que el confinamiento ha afectado la situación laboral, las finanzas y el grado de certidumbre, provocando efectos devastadores en la calidad de vida de sus hogares. Estos efectos se han traducido en un empeoramiento de la salud mental de millones de chilenos y han sido particularmente pronunciados en los sectores típicamente más vulnerables de la población (jóvenes, mujeres y hogares de bajos ingresos). La pandemia no solo ha dejado en evidencia la gran desigualdad existente en Chile, sino que la ha profundizado.

En línea con el efecto que la contracción de la economía ha tenido en el deterioro del mercado laboral, el 30% de los encuestados -pertenecientes a hogares de bajos ingresos- señala haber perdido su trabajo durante la pandemia. Esta cifra se reduce a la mitad (15%) en los hogares de más altos ingresos. Los resultados indican, además, que el financiamiento de gastos habituales del hogar se ha vuelto crítico, siendo nuevamente los hogares más vulnerables los que enfrentan las mayores dificultades. En el segmento de los hogares de menores ingresos, el 73% de los encuestados ha tenido problemas para pagar sus créditos de consumo, el 56% para comprar artículos básicos, el 49% para comprar medicamentos, el 43% para pagar su dividendo hipotecario y el 42% para pagar el arriendo de la vivienda que habitan. Estas cifras son substancialmente menores en los hogares de mayores ingresos: 32%, 10%, 13%, 17% y 10%, respectivamente.

La heterogeneidad exhibida en la fragilidad financiera durante eventos inesperados -como esta pandemia- está asociada a la desigual capacidad de ahorro y acceso a crédito formal de los distintos segmentos de la población. Los integrantes de los hogares de mayores ingresos manifestaron que si su hogar pierde su principal fuente de ingresos tendrían ahorros suficientes para cubrir sus necesidades básicas por 5,2 meses, en comparación con 1,7 meses en el caso de los hogares de más bajos ingresos. Existen situaciones dramáticas. Por ejemplo, en el segmento de hogares de más bajos ingresos -encabezados por jefas de hogar-, el 36% de las mujeres manifestaron que no tendrían ahorros suficientes para cubrir sus necesidades básicas durante un mes.

El confinamiento ha generado niveles alarmantes de incertidumbre económica, siendo nuevamente los segmentos más vulnerables de la población los más resentidos. El 56% de los encuestados cree que es altamente probable que el ingreso del hogar se reduzca en los próximos tres meses (75% en el segmento de menores ingresos versus 40% en el segmento de mayores ingresos), en tanto que el 48% de los encuestados cree que es altamente probable que la deuda del hogar aumente (66% y 30% en los segmentos de bajos y altos ingresos, respectivamente).

Finalmente, nuestro proyecto también enfatiza que la situación económica gatillada por la pandemia ha generado un deterioro importante del estado de ánimo de la población. Los resultados sugieren que dicho empeoramiento puede ser atribuido, entre otros factores, a la pérdida de empleo, problemas financieros, incapacidad de financiamiento inmediato y expectativas económicas pesimistas. Quienes tienen una mayor fragilidad financiera y han sido más fuertemente afectados económicamente -jóvenes, mujeres y hogares de menores ingresos- son quienes, en mayor medida están experimentando un deterioro de su salud mental.

Mientras no nos comprometamos a generar un modelo de desarrollo económico inclusivo, crisis como la actual pandemia no solo exacerbarán nuestra desigualdad económica y mental, sino que también crearán un mayor descontento emocional y social.

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