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Por Carlos Ominami, economista

Vuelvo a la primera fila, pero no para quedarme. Seré candidato a la Convención Constitucional (CC). Campaña corta y mandato acotado de máximo un año. Nada podía estar más alejado de mis planes. Los 16 años en el Senado son más que suficiente. La CC es, sin embargo, una oportunidad extraordinaria que autoriza decisiones excepcionales. Me anima la posibilidad de aportar ideas y congregar voluntades para sacar adelante la tarea histórica de dotar a Chile de una Constitución que garantice nuevos derechos sociales y políticos, feminista, ecológica.

Una nueva Constitución surgida de una Asamblea Constituyente es un objetivo de toda una vida. Era nuestra bandera en los tiempos duros de la dictadura. La he mantenido en alto durante todos estos años a pesar de que muchos la abandonaron. Como senador participé activamente del debate sobre las reformas constitucionales aprobadas el 2005. Las apoyé dejando sí expresa constancia, como consta en las actas oficiales, que “éstas no clausuraban el proceso constituyente”.

En los años siguientes, fuera del Parlamento, continúe esta batalla. Fue así como durante el 2012 y 2013 impulsamos desde Chile 21 la constitución de un amplio movimiento por un plebiscito para una nueva Constitución. Hicimos público un manifiesto convocando a esta tarea en un emotivo acto en el antiguo salón del Congreso Pleno en Santiago. Varios centenares de personas repletaron el histórico salón.

Faltó fuerza para convencer a la Presidenta Bachelet, en su segundo mandato, para que enviara al Parlamento un proyecto de reforma constitucional que habilitara la convocatoria a un plebiscito sobre la necesidad de cambiar la Constitución y la vía para hacerlo. Qué distinto habría sido el proceso chileno. Esa no era una reforma más, era en realidad la madre de todas las reformas. Tuvimos que esperar siete largos años para que, exactamente, el plebiscito que demandábamos tuviera lugar un 25 de octubre. Fueron las mujeres, los jóvenes, los trabajadores movilizados los que lo hicieron posible.

Estoy consciente de los riesgos que corro al asumir esta candidatura, pero no me he dejado amedrentar. Me resultaría más cómodo y ventajoso quedarme en la galería. He cometido varios errores en mi trayectoria política de más de 50 años. Los he reconocido y realizado la autocrítica correspondiente. Por ello, libraré esta lucha con la conciencia tranquila y la frente en alto.

Espero que en la Convención se encuentren muchos nuevos rostros, de mujeres, de jóvenes, de dirigentes sociales, de representantes de pueblos originarios. Deben ser la mayoría. Creo, sin embargo, que no se hace historia renegando del pasado. Aspiro a estar ahí para ayudar a escribir una Constitución que nos emocione y de la cual nos sintamos orgullosos, pero también para recordarle a los olvidadizos los horrores a los que sobrevivimos y a los soberbios que la historia no comienza con ellos.

Aprovecho de agradecer el espacio de ésta, mi última columna durante el periodo de campaña.

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