¿Y ahora qué?
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador
Si en algo cambió el panorama político de la noche a la mañana tras los resultados del domingo fue que volvió a reforzarse la fe electoralista. Quienes promovieron el maquillaje de los extremismos en segunda vuelta haciéndolos pasar por moderación han seguido en campaña ungiendo al presidente electo (bate todos los récords, que su lado humano, mascota incluida, talante, coraje, honestidad, capacidad, estatura mundial e impacto externo, “si es el Presidente de Chile, es mi presidente”, “mi amigo” intimó otro). Ni que fuera culto a la personalidad. Muestras de que ante una ola avasalladora no queda más que flotar; no analice por favor, el sistema exige realismo social, aborrece al que no comulga.
Se está por acomodar las condiciones para la nueva hegemonía y nueva camada de dirigentes. Acompañamiento no ha faltado. Ya usted habrá visto a los que, de paso, reivindican sus negocios de encuestas, los que insisten con la tesis de la grieta generacional, y no menos funcionales los que se encargan de los correspondientes ajustes con que ha de encauzarse la discusión pública en adelante. Habituales publicistas, sociólogos, cientistas políticos, y periodistas (estos últimos al final de la cola haciendo de eco y claque), todos sincronizados con aplausómetro en sus IPhones. Si lo que ahora tienen en la mira es nada menos que el próximo capítulo electoral, el plebiscito de salida que consagrará la futura “Carta Magna”, vuelto a consultar el Pueblo conforme una discusión acotada. En palabras de Jaime Guzmán, “el rayado de la cancha”. A propósito, acaban de editar sus Obras Completas, justo a tiempo para refrescar la memoria de cómo es que hay que hacerlo, aun cuando pretenden archivar de una vez por todas su Constitución. Rara paradoja. Un paso adelante, dos para atrás.
¿Y qué más cabe esperar? De parte de quienes están por seguir activando, agitación sirviéndose de todos sus tentáculos: calle, universidad, Araucanía en llamas, prensa y ahora desde La Moneda un Estado que promete ser aún más todopoderoso. No han dejado de corearlo: “¡Seamos la pesadilla de quienes pretenden arrebatarnos los sueños!” (Ernesto Guevara), mezcla de esperanza y odiosidad programadas. Ante lo cual a muchos no les cabrá más que resignarse. Aguantaron el verticalismo de la dictadura, el dirigismo biempensante de una transición que no fue, y ahora se pretende resucitar. Ni digamos si se han conocido universidades públicas desde dentro que es donde todo comenzó y ha estado imponiéndose la falta de pluralismo mediante cancelación y sesgos. Que a la disidencia se la tiene destinada al “basurero de la historia”, si bien Yuli Mártov, el líder menchevique, cuando se lo dijo Trotski por primera vez, le respondió: “Un día comprenderéis el crimen en que estáis participando”, y cualquiera se entera a hachazos.