¿Y la alternativa?
Por Rolf Lüders, economista
En pocos días más la Convención Constituyente (CC) iniciará el trabajo de redacción del contenido de la Constitución que le propondrá al país. El origen inmediato de la CC estuvo en el estallido social, y la principal demanda de los entonces manifestantes fue terminar con el modelo neoliberal supuestamente institucionalizado en la actual Constitución. Pero ¿existe una mejor alternativa a este sistema?
Es común referirse al neoliberalismo en forma despectiva como un sistema en extremo liberal. Nada más falso. El término surgió a mediados del siglo pasado para referirse a un esquema de compromiso basado en algunas características del socialismo más duro con otras del laissez-faire, y así evitar el esparcimiento de regímenes políticos totalitarios. En efecto, las ideas neoliberales permitieron el fortalecimiento de las democracias en Occidente y el surgimiento de las economías sociales de mercado, como la de Chile.
¿Es el modelo socioeconómico chileno responsable del estallido social? Aunque sea políticamente incorrecto, sostengo que no. ¿Se exageraron sus éxitos y fueron irreales las expectativas que se generaron con respecto a los resultados de la implementación del mismo? Sin duda que sí, sin desconocer los indudables logros económico-sociales de los famosos 30 años. ¿Persisten demandas insatisfechas en sectores como las pensiones, la educación y la salud, y corresponde tomar medidas para impedir abusos estatales y empresariales? Claro que sí, pero la pregunta relevante es si habrían sido mejores los resultados económico-sociales en Chile bajo un esquema alternativo.
En la práctica, no hay por dónde perderse. Basta con comparar lo sucedido, por ejemplo, en Alemania Occidental y en Alemania Oriental, en Corea del Sur y en Corea del Norte, y en Chile y en Cuba. Los primeros no solo tienen estándares de vida promedio incomparablemente mejores, sino menores niveles de pobreza y grados de libertad muy superiores.
Un error común es comparar un sistema socioeconómico operando en la realidad con otro idealizado, de pizarrón. Contrafactuales de este tipo -equivocados- explican los cambios radicales que algunos le desean hacer a nuestra economía.
Obviamente las alternativas de pizarrón -sin fallas- lucen espléndidas en comparación con el modelo imperante y sus deficiencias prácticas. Sin embargo, la evidencia empírica comparada, incluyendo la de Chile, sugiere que, en la práctica y en libertad, las economías sociales de mercado son las que mayor bienestar generan, si se comparan con aquellas más centralizadas. Por ello, la nueva Constitución debiera, al menos, permitir las primeras. Lo anterior no obsta a que -respetando los principios que rigen a las economías sociales de mercado- sigamos perfeccionando la actual institucionalidad.
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